Sus voces hostigan este espacio sin vidas.
Sus huesos que rechinan al friccionarse.
¡Vállanse a ensuciar sus manicomios!,
dejen las calles en paz,
desocupen mi consciencia,
arranquen sus ojos con el cincel del olvido.
Quiero que no sepan donde estoy,
hoy me entrego a las tinieblas.
Ya camino por una vereda paralela a la vuestra,
mis pasos son inalterables al veneno de sus oídos
insanos que creen ser vegetarianos
pero mastican y rasgan carne de animal
que no conocen
y quizás después de una infinidad de años,
no comprenderán.
Parado analizando, descalabro sus ojos y su conexión a la situación,
respiro mirando hacia otro lugar,
veo héroes y cruces
y tan solo espero a uno de ellos,
a uno que no quiero tocar ni ver ni nada.
La verdad, no quiero y no tengo por que esperarte,
ya no te necesito y tú a mi tampoco,
no sé por que no me despido “cortésmente”
y me largo a mis neblinas ensordecedoras e inevitables.
Juegan a que lo hacen pero no saben lo que es
tropezar y caer al vacío,
no saben como se siente el estas sin pulmones
ni manos en el acto de caer,
nunca han estado después de soltar la roca
entre el cielo y el mar,
los ángeles se niegan a sujetarte
y las orgásmicas sirenas te invitan con sus garras en tu piel
a hundirte en la oscuridad profunda de lo saladísimo y eterno.
¡Muéranse y vallan con sus crueles alados angelicales,
Vallan a las claras nubes y elogien vuestras virtudes!!.
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