Todo corre como normalmente lo haría. El día es normal. Las personitas moradas que cruzan frente a tus ojos viajados son normales. Tu vida es normal, auqnue los elefantes rosas han dejado ya su intento frustrado de hacerte comprender el autoanálisis de Freud.
Todo corre normal. Tu día corre normal, igual de aburrido que siempre. Ves caminando a las mismitas personitas moradas que flotan sobre la nube 9 y que son tus compañeras de clase. Todo es lo mismo.
¡Ja! Un cambio.
Ya no es lo mismo todo. Esa personita morada que antes hiciera tu mundo viajado aterrizar, hacerte darte cuenta de tus alrededor... Los ojos de tu profesor de matemáticas; cómo se le subía el pantalón a Ricardo cuando Angelina rozaba su entrepierna; cómo hacía tu perro para subirse a la mesa en medio de la noche y abrir la bolsa de pan bimbo...
Prácticamente tu día es lo mismo, aunque, por alguna razón, hoy tienes ganas de dejar de malviajarte y platicar con las amapolas. ¡Ah, las amapolas! Fieles amigas de tu sistema neuronervioso.
-¿Qué me dicen hoy las amapolas, amapolas?-
¡No! ¿Recuerdas a esa personita morada que frustraba tus ilusiones después de haberte llevado al cielo, más allá y de regreso? Está de vuelta.
Altaneramente cruza el pasillo sin siquiera notar que ahora tienes un nuevo tatuaje [cosa que no debería ser rara, porque tu tatuaje está muy bien escondido de la vista del prefecto, por consecuente de la vista de todo el mundo, bajo tu suéter, bajo tu blusa escolar, bajo el retazo que queda ya de tu blusa negra de malla que una vieja loca en Coyoacán te quería vender a $300 bolas, muy pór abajo de esa blusa roída que tienes desde 2° de secundaria y que nunca te quitas, incluso abajo del top que usas para que tus senos dejen de saltar, arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo, cada vez que corres, aún debajo de los vellos que te heredó tu padre, ése peludo, e incluso escondido bajo tu epidermis]. Quién se cree que es.
¿Quién se cree que es?
Tu día iba tan bien. Los elefantes rosas habían abandonado toda intento de comunicación contigo y habían empezado a entonar las canciones de su infancia... [A la rueda, rueda de San Miguel, todos cargan su caja de miel, a lo maduro, a lo maduro, que se volteo el orejón de mi hermano de burro!]
Sì... Tu vida era normal. Todo tu dìa transcurría normalmente. Sin agonías, sin malviajarte.
Y ella... Se cruzaba por tu camino ¿he mencionado ya su altanerìa?
Esa forma de caminar; era como flotar en la tierra; caminaba deslizándose, como si fuera
[¿un ángel? ¿Por favor! ¿A qué niveles de cursilería y fé religiosa hemos llegado?]
[A la víbora, víbora de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar, los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán, trás, trás, trás...
-Estúpidos elefantes rosas-]
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