Sostenemos el aliento agitado mientras nuestras manos urgan rincones secretos. Las tuyas, mi espada prisionera; las mías, tu escote desbocado de telas molestas.
Un vuelco y revuelco en una cama vasta, gemidos y ruidos que nos sobrexitan, gritos y caricias, cierrres que bajan y prendas que vuelan, mi piel y tu piel que se entremezclan.
Más juntos, más juntos, yo dentro tuyo y vos sobre mi cintura, arriba y abajo acompasadamente, buscando el final sin más esperas.
Las manos, los ojos, los labios, el brillo de tu silueta sobre mis caderas, tus pezones que se elevan, mi urgencia que llega.
Tus gritos, los míos, tu boca y mi río que se desborda.
Mi fuerza en tus caderas y tus manos en mi pecho, mi río que se encausa, tu luz que se apacigua.
Tu cabeza en mi pecho, las manos, las bocas, los ojos que se entrecierran.
La noche que transcurre, el olor del sexo que nos acompaña y tu presencia que me consterna.
Duermes sobre mí y te sostengo, velo tu sueño como un centinela.
Mi espada descansa hasta la proxima batalla, quiza el amanecer nos arrebate la tregua. |