Subió la angosta escalera, abrió la puerta, era la buhardilla. Esperó que sus ojos se habituaran a la escasa luz que provenía de un ventanuco con vidrios que hace años nadie limpiaba. Poco a poco descubrió los muebles viejos, una mecedora, una estufa antiquísima y las estanterías llenas de libros con lomos de cuero. Sólo cosas viejas e inservibles. En el suelo un baúl grande con herrajes oxidados y un candado que se encontraba abierto.
Buscó el interruptor y encendió la luz. Se decidió por examinar el baúl temiéndo encontrarse con ratas por lo deteriorado que estaba. Encima de todo había ropa, vestidos femeninos de épocas pasadas, con olor a naftalina, vestidos de fiesta que alguna vez cautivaron en algún baile de gala. Debajo había algunas cajas llenas de naipes, fotos, cartas, y algunas joyas, baratijas sin mayor valor. Examinó un collar con un broche dorado y un guardafotos. Al abrirlo no pudo menos que sentirse transportado. Vió una bella joven en una estampa de color cepia, el rostro angelical le trajo recuerdo de su madre. Recordó el portaretratos de la casa de sus padres, se acercó a luz para cerciorárse de que no era la foto de juventud de su madre, tan similar era. Dejándo la joya miró un atado de fotografías. La misma joven en distintas poses, en lugares muy hermosos, a veces sola otras veces acompañada por una señora madura, quizás su madre. Cada fotografía tenía una lectura en el reverso, " pasándo una lindas vacaciones en Capri", " En el Palacio de Versalles en compañía de Madame Pitou", etc. ¿ Qué sería de esa bella joven?, pensó. Luego pasó a mirar las cartas. Tomó asiento para leerlas con atención. Cartas que reflajaban un corazón ardiente y un apasionado romanticísmo. Un mechón de cabellos rubios acompañaba una de las misivas, del mismo color del cabello de su madre. El perfume que emanaba de las esquelas le contrajeron el corazón con recuerdos escondídos desde hacía muchos años y le hicéron rodar algunas lágrimas de nostalgia, por su madre y por aquellos tiempos pasados tan hermosos y tan lejanos. Sollozando guardó todo, cerró el baúl, apagó la luz y salió de la casa.
Definitivamente como ladrón de casas desocupadas era un fracaso, su sentimentalismo lo echaba todo a perder.
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