Una rosa enardecida
clavando sus espinas en el eterno imaginario,
Busca la expresión máxima
de la enemistad negada
entre un dios y su inconsciencia.
Juegan a ser racionales
pensando que todo es matemática,
métrica o versos hogareños
cálidos en el inconciente,
débiles ante el frío fuera de este.
Pero que elemento mas supremo que el sentimiento,
aquel que reside en el ombligo, y que,
ubicado en una posición estratégica,
danza al ritmo del corazón.

Por qué esperáis algo de una rosa,
Daos cuenta: ¡No tiene ombligo!