Se miraron detenidamente con ese nerviosismo principiante. Uno soslayó la posibilidad de su victoria, mientras el otro se dejaba llevar por los instintos; ambos entraron en ese precipitado juego mental, desatando sus fervientes ideales. El vencedor desbastaría toda posesión acabando a su oponente; la víctima podría mantener o no su dignidad, mientras finalizaba esa contienda. La entrevista culminó con rostros desencajados; el editor rechazando ese proyecto por no atenerse a sus demandas, versus la integridad ideológica del escritor intacta...