Estás aquí, frente a mi después de tanto tiempo¡¡¡¡, ojalá no sospeches el temblor de mi vos, me encantaría poder contener el sudor de mis manos, no puedo permitir que sientas el frenético latido de mi corazón.... Con aparencia apenas calma y una elocuencia por demás disimulada solo puedo decirte que me da gusto verte y por cobardía, me callo las verdades de esta historia.
Caminanos juntos por calles sin nombres pero con el peso de muchos años a cuestas, miro la tibieza de tus ojos y me aterra pensar que una vez más me perderé en ellos y no podré salir nunca. Me cuentas tus historias de amor, de tedio y espanto, entre apellidos pomposos, frivolidades y un toque de sinceridad no logro escucharte con claridad y me enredo en tus gestos, dibujo tu boca, la imagino en mi cuerpo, quiero tus manos sobre mí e inconteniblemente mi paroxismo se hace evidente.
De repente sobrevino un silencio, ese silencio que tu y yo conocemos muy bien, y me siento como la presa perfecta para un cazador al asecho y desesperadamente quiero entregarte lo único de mi que aún no es tuyo, y me detengo, me niego a creerlo, con este encuentro he creado un nuevo capitulo de un libro que hace tiempo cerré y me repito incansablemente que no puedo amarte, que no debo, porque una parte de mi te desprecia por la tiranía de un adiós de hace tiempo, por cada una de las heridas no contadas, las caricias inconclusas y las promesas olvidadas.
Mientras tanto tú, como reptil astuto te deslizas por mi piel, vulneras mis pudores, transgredes mis límites y te deleitas en mis temores, absorviendo lentamente cada centímetro de mi sangre... siempre me digo a mi misma que está será la última vez, la última caricia, el último roce y posiblemente esta fue la última vez, esta tiene que ser la última!!!, después de todo siempre te vas con tus múltiples “Ellas”, las elegidas para compartir la apariencia de tu vida perfecta.
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