El sol salía despacito y sin hacer ruido cuando se dio un gran susto con el canto del Gallo Kiriko:
- Kikirikiiii... Hoy juega el burro Metepata!
Como tenían que oírlo en los campos vecinos, de lago a lago, de toro a vaca y de chancho a chancha, volvió a cantar más fuerte:
Hoy juega Metepataaaa! No se pierdan sus goles!
Por semejante alarido, hasta el mismo burro se despertó asustado y empezó a rebuznar. Todos los animales creyeron que ya había empezado a jugar y corrieron hasta el zapallar de Catalino. Corría el conejo Peto con sus diez conejitos. También corría la avestruz Gertrudis jugando carreras con el caballo Germán y su potrillo Gerardo, que llevaba en su cuello a la familia del escarabajo Cacho.
La hinchada cantaba:
-Me-te-pata! Me-te-pata!
El burro desplegaba toda su habilidad haciendo tacos, rabonas y gambetas. Tenía puesta la remera del espantapájaros que ya no espantaba ni las moscas. Elegía los zapallos más redondos para patear, los más parecidos a una pelota.
El burro entrenaba todas las mañanas acompañado por los cánticos de su hinchada, que cada vez era más numerosa.
Pateaba con las cuatro patas de costado de atrás o como le viniera mejor. El entrenamiento hubiese sido ideal si no le hubiera roto la casa a los castores del lago de al lado. Meta zapallazos había destruido sus cabañas. El burro Metepata lo había hecho sin querer, pero los castores enojadísimos no escuchaban sus disculpas. Por eso tuvo que salir corriendo y huyó junto con el resto de los animales.
Que metida de pata Metepata! El burro anduvo desanimado unos días hasta que vio una pila enorme de sandías. El granjero tenía que subirlas a su camioneta. El burro lo miró sonriente y le dijo:
-Quiere que le ayude a cargar las sandías?
-Claro que si! Pero cómo podrías hacer eso? -preguntó el granjero subido a su camioneta.
El burro tomó carrera retrocediendo unos pasos, miró fijo la primer sandía y de un trote cortito la pateó directo a las manos del granjero. El burro Metesandías cargó el camión entero en dos patadas.
Pero él realmente quería ser jugador de fútbol de verdad y no un burro Metesandías!
A los pocos días se enteró de que había llegado un circo al pueblo. Había un gran cartel con enormes letras rojas que anunciaba: "Gran partido de fútbol en la pista. Juegan las Cebras Chuecas".
El burro entró y vio como las cebras corrían la pelota de un lado a otro. De repente, la pelota cayó a sus pies. Inspiradísimo tomó carrera y paff! pegó una patada impresionante. Hubiese sido sensacional si no fuera porque la pelota pegó en un palo del arco, rebotó y tumbó al equilibrista que caminaba por una cuerda sosteniendo setenta y siete platos, veintitrés vasos, doce globos y un paraguas,
Qué metida de pata Metepata! Mientras los platos y los vasos se rompieron, lo globos se volaron y el paraguas se enganchó en la tela de la carpa y todo se vino abajo.
El dueño del circo estaba furioso:
- Echen a es burro Metelíos! -dijo enojadísimo.
Pobre burro, no pegaba una bien! Tuvo que marcharse con la cabeza baja mientras sus amigos que lo acompañaban.
En eso fue que el potrillo Gerardo le dice:
-Por que no formamos un equipo y desafiamos a las Cebras Chuecas?
A todos les pareció una gran idean y esa misma tarde quedó formado el equipo.
Al día siguiente, en medio de la función del circo unos pajarracos comenzaron a reír:
-Jajaja, jajá! Jijiji, jijí! Las Cebras Chuecas nos hacen reír. Jajaja, jajá! Jojojo, jojó! Nuestro equipo es mucho mejor!
-Muy bien! -dijeron las cebras- aceptamos desafiarlos con una sola condición. Puede jugar cualquiera menos el burro.
Los animales preocupados no sabían que hacer, sin el burro Metegoles no podrían vencer.
-No se preocupen -dijo el caballo Germán- tengo un plan que no puede fallar!
Finalmente llegó el momento del gran partido. Las Cebras Chuecas avanzaron rápidamente y llegaron cerca del arco. Viendo el peligro el chancho Pancho se tiró a las patas de la cebra. Tropezó con la avestruz Gertrudis y casi los aplasta el potrillo Gerardo.
Uno a uno fueron cayendo encima del otro, formando una montaña, mientras las Cebras Chuecas marcaron el primer gol.
Habían discusiones y tropiezos, las cebras aprovechaban para hacer más goles. Fue un desastre total. El primer tiempo terminó 7 a cero.
Los animales estaban desesperados, es que no tenían idea que hacía el caballo Germán con la pintura y los pinceles que llevó. Con ayuda de las ardillas, estaban terminando de pintarle rayas negras al burro. ¡Parecía una cebra! En el segundo tiempo iba a entrar en lugar de la avestruz Gertrudis.
No bien comenzó el partido, el burro bien pintado, se mezcló con las cebras armando una confusión tremenda. La primer pelota que pateó cruzó toda la cancha y fue directo al arco haciendo un golazo!
Todo el pueblo comenzó a gritar:
-Dale Metegoles! Dale Metegoles!
El burro enloquecido de felicidad no paraba de patear y hacer goles y más goles. El equipo consiguió empatar, pero faltaba un gol para ganar. Quedaban muy pocos minutos de juego, las Cebras Chuecas todas se pusieron delante de su arco, no había sin dejar un lugar. Metegoles les habló al oído a sus compañeros, y todos juntos avanzaron corriendo, atropellando a las cebras, que huyeron dejando el arco libre. El burro pateó despacito y el público gritó:
- Gooooooooool!
Era el gol del triunfo y el dueño del circo dijo:
- Contrato a esa cebra para que jugar en el equipo de las Cebras Chuecas!
Metegoles se sintió muy contento, iba a jugar, viajar y recorrer el mundo con el circo.
Pero él no quería meter la pata otra vez, por eso le confesó que sus rayas de cebras estaban pintadas. El dueño del circo lo perdonó y al poco tiempo el burro Metegoles se convirtió en la estrella del equipo de las Cebras Chuecas, y antes de cada partido lo pintaban con rayas negras. |