La enfermera le asió fuerte el brazo. "Ya llegará el día. No tengas prisa. Has dado un paso de vida no muriendo. Poco a poco irás entrando de nuevo en ti." Al salir de los meses de hospital, zancada a zancada, agigantó en la sala de rehabilitación el sueño de volver a correr. Intentos de primeros logros, segundos frustrados y terceros a medias. En los meses que siguieron llegó el primer paseo, la vuelta en coche al barrio, la entrada entre abrazos con muleta en el club de atletismo... Estiramientos, sesiones de pesas... pero cada noche su mente cerraba la puerta de aquel vagón... Una de aquellas madrugadas despertó a su mujer zarandeándola: "¡He vuelto a cerrarla, Angelina, pero el tren no explotó! ¡Me he despertado pegado a la ventanilla recordando lo que pensaba al entrar en la estación! Su mujer lo abrazó emocionada. ¡Si no entrenaba media hora más cada tarde no llegaría apunto a la maratón!" Aquella misma semana había vuelto a correr, pero era la primera vez que volvía del día once en positivo. Ésta le acarició con cariño: "Ya lo sabes cariño, media hora más, y correrás tu primera maratón".