Toda mi vida se reduce a una frase: "Nadie me esperaba".
Cuando empecé a vivir, "nadie me esperaba". ¡Menudo disgusto dí a mis padres! Ellos eran jóvenes e inespertos.
Mi madre fue la primera en notar algo raro. Contárselo a mi padre no fue tan difícil como tener que contárselo a mis abuelos. Tuvieron que tomarse su tiempo. Lo único que teníam claro es que ya me amaban y me iban a tener juntos.
Cuando decidí ver a mi familia, de nuevo "nadie me esperaba". Me adelanté a los acontecimientos de nuevo... ¡Todos a correr!
Hasta la comadrona le dijo a mi madre que se fuera a casa que era pronto, que no estaba para dar a luz por el momento. Menos mal que me empeñé en demostrarle a mi madre que no se fuera, de lo contrario no quiero pensar dónde hubiera aparecido.
Pero todo el mundo se alegró de tenerme ahí.
Recuerdo que mi abuelo cada vez que venía a verme a casa, me repetía mil veces la palabra "yayo". Un día, cuando nadie me esperaba, yo dije: ¡Abuelo! Aún recuerdo la lágrima de mi abuelo asomarse.
No fuí una chica problemática nunca, fuí estudiosa, responsable... Aún cuando me enamoré, que dicen que se hacen tantas tonterías.
Un día, cuando nadie me esperaba, les dije que me retiraba a un convento, a uno de clausura y voto de silencio.
Menudo disgusto dí a mi madre,¡ se iba a quedar sin nietos decía!
A mi novio... pobre, se marchó y no supe nada más de él. Supongo que se casaría y ahora será abuelo ya.
Mi abuelo se sentía orgulloso de mí, era el único que estaba feliz de mi decisión. Tú reza por todos nosotros, me decía.
Ahora ya sé porqué vine a est emundo cuando nadie me esperaba. Para disgustar a mi familia desde el principio hasta el fin.
Aquí en esta pobre y oscura sala de Medjourne, mientras escribo historias e historias, en paz y tranquilidad, desde mi recogimiento, lamento no haber hablado nunca más con mi madre.
Cuando fuí a visitarles, ya nadie me esperaba. |