Miraba hacia arriba, como ansioso de recibir la gran respuesta. La oscuridad de la noche despejada y una inmensa luna llena mostraba el Universo en todo su esplendor, se podían ver las estrellas y uno que otro planeta, el flujo de los cometas y las influencias astrológicas.
Los viajes fuera del planeta se han vuelto cosa común para esta época, ya cualquiera puede decidir recorrer las partes conocidas del eterno cosmos, sin ni siquiera osar alcanzar a medirlo.
Él tan solo soñaba con un telescopio, con un maestro astrónomo, un conocedor de los secretos siderales. Soñaba con alguien que pudiese hacerlo volar astralmente entre las nebulosas, las galaxias y evadir los hoyos negros. Quasares, pulsares y estrellas para desayunar, comer y cenar. Beberse el éter divino de las constelaciones. Abrazar la eternidad a la velocidad de la luz que se pierde distraída entre los soles.
Fusionarse con esa espacio exterior, ser astronauta inmortal de las esferas celestes era el deseo más profundo de aquel joven soñador, pisciano de nacimiento. Conocer el porqué de la “Infinidad del Universo”.
Buscando incansablemente por los caminos polvorientos de la encarnación humana, encuentra un libro, un maestro, un guía, un amigo, ya no lo recuerda bien. Y le regalo la llave para el conocimiento cósmico, la nave que lo llevaría a explorar y descubrir los arcanos del Espacio que nos observa y que creemos observar.
“Como es arriba, es abajo”, y meditó.
Intentar alcanzar la inmensidad que existe afuera, es como rezar a los cielos en busca de Dios, o cavar la tierra para encontrar el Infierno, o el centro de la Tierra. No existen mundos subterráneos y malévolos o Edenes paradisiacos, excepto en nuestras almas y existencias. Por tanto, lo que está en la grandeza, en lo macro, debería estar en lo mínimo, en lo pequeño, en lo micro.
La estructura del sistema solar es idéntica a la de un átomo, sus órbitas, las esferas y un núcleo que podríamos llamar de forma estándar solar. En el macrocosmos la jerarquía es idéntica a la del microcosmos. La naturaleza está dispuesta en forma perfecta e igual para la totalidad de sus partes. La relatividad en el punto de vista se basa en el lugar de la jerarquía en que se encuentre el ser humano. Desde donde estemos siempre veremos algo macro y algo micro, en relación con los extremos, pero por ejemplo, viendo las cosas desde el punto de vista del tal macro, lo micro es lo que antes era estándar, y lo macro algo inimaginable.
El planeta Tierra y todo su sistema solar podría ser un átomo comparado con todo el Universo. Como una bacteria viva pudiese observar nuestro cuerpo entero, no podría ver las uñas, el cabello o la piel, solo vería cometas sanguíneos, planetas celulares y galaxias linfáticas.
Habiendo cavilado y concluida tales aseveraciones, un día observando el cielo como en los viejos tiempos en que soñaba con saber, divisó un objeto celeste nunca antes visto y que le hizo comprender la infinidad hacia arriba y hacia abajo del universo.
Supo entonces, dónde estaba, que tan alta era la responsabilidad que tenía sobre su cuerpo como Templo de Vida y su ubicación en la infinidad del cosmos. Todo había aparecido ante los ojos de su alma con la claridad de la comprensión del espíritu.
Una sonda médica idéntica a las que conoció en los hospitales de su mundo era lo que observó en el cielo. El humano-universo que los contenía se hacía un examen médico en el momento que él veía la sonda. Millones de planetas y seres humanos pertenecen a otro tan inmensamente grande que era inimaginablemente infinito para la capacidad de sus mentes. Al igual él poseería millones de seres y planetas dentro de sí. Con una astrología de su sangre y arterías, astronomía celular y una geografía muscular y ósea. “Como es arriba, es abajo”. |