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El Voto ¿Inutil? De Juan Perez

- ¡Qué flojera levantarme, es domingo! - Se decía Juan Perez mientras veía los numeritos luminosos del reloj despertador
que marcaban la horrible hora de las 11 de la madrugada. Los rayos del sol luchaban por entrar a la habitación por la
más mínima rendija que encontraban entre las cortinas que trataban inutilmente de cubrir las ventanas que daban a la
calle.
Juan se hundió nuevamente entre las cobijas para tratar de recobrar el sueño que se escapaba rápidamente de su cabeza y
de sus ojos. Trató de no pensar en nada, mantener en blanco su mente, relajarse y dormir pero no lo logró. El ruido del
tráfico entraba por los mismos resquicios por donde se habían colado los rayos del sol y no lo dejaban dormir.
También se escuchaba el barullo de la gente que se arremolinaba dos pisos más abajo, en la acera frente a su
departamento. Era mucha gente reunida en un sólo punto y Juan Perez se preguntó que estaría pasando. ¿Algun vecino
habría muerto durante la noche y el no estaba enterado? La duda y la necesidad de saber el chisme casi lo hizo
levantarse de la cama. Casi.
Escuchó atentamente y siguió escuchando hablar a la gente. -¿Porqué no se marchan?- se preguntaba. Y es que llevaba
casi 5 minutos despierto, y durante ese larguísimo tiempo no había dejado de escuchar como la gente hablaba sin dejarlo
dormir.
La curiosidad por fin lo hizo levantarse de la cama - Que bueno que no soy gato- pensó. Corrió ligeramente la gruesa
cortina, tratando de moverla lo menos posible para que la oscuridad no se escapara en pos de la ansiada libertad que se
encontraba al otro lado de la ventana. Miró hacia el otro lado de la calle y vió una gran cantidad de gente reunida,
formada ante dos mesas donde había otras gentes, pero éstas sentadas, y al parecer tomando datos de los que estaban
formados.
- ¿Qué estarán regalando? -se decía mientras miraba a las personas reuinidas abajo- debe ser algo bueno para que esté
tanta gente formada esperando su turno. Había algunas mantas y letreros detrás y a los lados de las mesas, pero no
alcanzaba a leer lo que decían. Entrecerró los ojos para enfocar mejor, pero aún así no podía leer entre la maraña de
lagañas que había frente a sus ojos.
Abrió ligeramente la ventana para ver si alcanzaba a descifrar algo de lo que decían las personas, y en ese momento un
poco de aire fresco aprovechó para entrar a la habitación y casi lo despierta. Casi. Escuchó un poco más fuertes las
voces, pero aún así no distinguía lo que hablaban. En algúna película había escuchado que una vez hubo una "torre de
papel" donde todo mundo hablaba al mismo tiempo y nadie se entendía nada. ¿O lo había leído en algún libro? No, eso
era difícil, pues hace años que no tocaba un libro ni por equivocación. El caso era que el montón de gente le recordó a
esa torre de papel, pues nadie entendía nada de lo que decían. Al menos el no entendía nada.
Siguió viendo y entre la gente reconoció a algunos de sus vecinos; estaba por ejemplo doña Carmen la del 315, Pedro el
de la tienda, vió también al Rata, el chavito con el que jugaba fucho los sábados. Veía a varios más, pero no los conocía
por su nombre. Era mucho pedir, pues apenas llevaba 5 años viviendo en ese departamento. ¿Cómo le iban a pedir que
conociera a todos los vecinos de la calle en tan poco tiempo?
El aire puro de la calle, al menos era más puro que el de su cuarto a pesar de la contaminación de los carros, lo hizo
estornudar y fué cuando Doña Carmen volteó a verlo y lo saludó.
¡Juanito! ¡Buenos días! Venga, apúrese antes de que llegue más gente. Juan Perez se preguntó que podían regalarle a él en
esa fila de gente. Pero no importaba lo que fuera. Total, iba a ser regalado.
Con desgana se puso unos tenis y una playera no muy sucia que encontró debajo de un montón de periódicos de la
semana pasada. Bajó lentamente los 36 escalones que lo separaban de la calle. Eran 36 y 4 descansos, estaba seguro
proque los había contado muchas veces en otros tantos momentos de ocio.
Cuando por fin llegó a la acera de enfrente, Doña Carmen le dijo que se formara en la fila, que ya mero lo atendían. El se
formó todavía pensando en lo que iban a regalarle. Cuando por fin le tocó su turno, Doña Carmen, que era una de las
personas que estaban sentadas en la mesa, le dijo que le mostrara su credencial para votar. ¿A chingá, y eso para que lo
quiere, o que? ¿A poco me van a regalar un pomo y quieren ver si soy mayor de edad?- dijo mientras soltaba una
carcajada.
-No se haga chistoso joven Juanito- dijo otra señora que estaba sentada a la mesa.
-A poco no sabe que es hoy? - preguntó Doña Carmen.
- Pos usté es una ruca, Doña Carmen- dijo Juan Perez riéndose nuevamente.
- Y sigue usted... ¿pero que día? preguntó nuevamente Doña Carmen.
- Pos usté es ruca todos los días, no va usté a creer que un día por arte de magia se va a despertar 100 años más joven
¿verdá?
- Olvidese ya de mi edad, le estoy preguntando que día es hoy.
- Es domingo, día de descansar y usté me hizo levantarme al medio día de la madrugada. No hay que ser Doña Carmen,
así no me llevo con usté.
- Si, ya se que es domingo, pero ¿que fecha?
- No pos eso si va a tener usté que preguntarselo al calendario.
- ¡Es 2 de julio! ¡Hoy vamos a votar para elegir al próximo Presidente de nuestro país!
- ¿Neta?
- Claro que si, por eso lo llamé Juanito, para que venga a votar. Ándele, no se haga del rogar y deme su credencial para
votar.
- Se quedó allá arriba. Yo creiba que me iban a regalar algo por eso vine como de rayo.
- Pos vaya por ella y aqui le guardamos su lugar. Ánde, vaya usted.
- No doña, gracias pero así estoy bien. ¿Para qué cansarme en ir por la credencial y regresar a votar?
- Es su obligación y su derecho como ciudadano, deje de rezongar y vaya por su credencial. ¿O qué, no quiere que
tengamos un país mejor?
- ¡Vooooy! ¿Pos a poco usté se creé eso de que nuestro voto cuenta? Todo son puras tranzas de arriba pa darnos un
poco de circo. No doñita, por más que usté y yo votemos quesque pa' elegir al presiso, eso no los elegimos nosotros. Son
negocios de los partidos y sus gentes. ¿O porqué creé que los dinosaurios esos duraron tanto tiempo en el poder? ¿A
poco creé que la gente los elegía por su linda cara?
- El presidente actual ya no es del mismo partido joven Juanito...
- Pos nomás es pan con lo mismo.
- La gente eligió que ya no quería más "dinosaurios" como usted los llama.
- Pos salió peor, ahora ya nadie quiere oir hablar de tepocatas y víboras prietas.
- Entonces vote por otro partido, uno que sea de su agrado.
- Nel, ¿pa' seguir otra vez con los dinosaurios? ¿O le cambiamos ahora a las chachalacas?
- Hay más opciones Juanito...
- No me haga reir doña Carmen, ¿a poco creé que alguno de los candidatos de los otros partidos chicos va a ganar?
Nomás don de relleno, pa que la gente tenga un poco en que entretenerse viendo como se pelean. Le digo que no hay
más opciones que los 3 de siempre.
- Si más gente votara, podría hacerse una gran diferencia, y alguno de los partidos chicos que usted menciona podría
ganar.
- ¿A poco con un voto más van a ganar? Los candidatos de los partidos viejos se llevan un chorro de votos y usté quiere
que con mi voto ganen uno de los otros. No doña, ¿qué puede hacer el voto de una sóla persona contra un montón en
contra?
- ¿Sabe usted cuántas personas piensan y hacen lo mismo que usted? ¿Cuántas personas prefieren no votar? ¿Cuántas
personas desperdician su oportunidad de hacer que el gobierno los escuche?
- Pero...
- Usted creé que es el unico, pero no es así, hay cientos, miles, tal vez millones que no votan y dejan que los demás
decidan por ellos. Si juntáramos todos esos votos que se pierden en cada año de elecciones, podríamos fácilmente juntar
los votos que necesita alguno de los partidos chicos para ganarle a los de siempre.
- ¿Usté creé?
- ¡Pues claro Juanito! Nomás es cosa de decidirse, de no quedarse viendo como votan los vecinos y los parientes. Es
cosa de salir a la calle y usar nuestro voto para quien nosotros decidamos que nos conviene más. Si usted no vota, lo que
está haciendo es darle a los dinosaurios más chance de ganar. Una persona que no vota, es un voto perdido que podría
ser en contra de ellos. ¿Ustéd creé que su voto es inutil? Piense que podría hacerse su voto con el de todo el montón de
gente que piensa lo mismo. Serían un montón.
- Si verdá...
- ¡Pues claro! Ándele, ya déjese de cháchara y vaya por su credencial.
- ¡Ya voy Doña, no me carreríe eh! Y Juan Perez subió los escalones de su edificio de dos en dos, mientras iba pensando
en todo lo que podría pasar si la gente fuera a votar en lugar de quedarse en su casa rascándose la panza...

Martin Dario Reyna Rosete
Nitram
Mixquiahuala-Pachuca, Hidalgo, México
2 de julio de 2006

Texto agregado el 04-07-2006, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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