Comienza la noche...
Y me sumerjo en cielos verdes y blancos, brumas de sueño y piel, donde la salida es sin darse cuenta y todo es posible, aunque no lo quiera.
Por alguna razón escondida entre unas plantas, debo acercarme a un lugar que no conozco y sí conoces tú. E intercambio palabras con una niña que no he visto antes, siento que ella juega conmigo y me manipula...
Estoy en un lugar metálico, lleno de maderas y plantas a la vez. Es un lugar al que no he ido antes, sin embargo, sé que se llama tal como el lugar al que debes viajar cada día para aprender de lo que amas. Me resulta inquietante estar ahí, estoy en una clase; sabiendo que tu estás en otra sala cercana a la mía. Es como si no te importara mi presencia.
Entre tanto, yo estoy rodeada de seres burlescos y jóvenes, que me tratan en forma cínica, como si escondieran algo, o como si yo tuviera algo en el rostro de lo que ellos ríen y no quieren decir. Me siento estúpida estando ahí. Y mientras hago algo, una especie de tarea o trabajo, busco desesperada la puerta de escape. No quiero seguir ahí, el aire me cae mal. Algo ocurre en este ambiente que me traiciona y rompe... las imágenes, los sentidos, los pensamientos.
Suena una campana que me libera. Pero esa niña me persigue.
¿quieres almorzar conmigo? – dice ella. Y yo, en mi mal estar, asiento con la cabeza, siendo que prefiero mil veces huir hasta ti.
Empiezo a caer por toda una construcción de madera y fierros, muy moderna. Escaleras anchas y miradas ansiosas. Me siento observada, apuntada, perseguida.
De alguna manera, caigo hasta llegar a ti, que estás riendo con tus amigos, Esos que yo conocí en otro mundo. Me siento al lado tuyo, tu te levantas, me siento una intrusa, tus amigos me miran con pena y burla a la vez, empiezan las frases extrañas, cada vez yo me hundo en una tristeza que me ahoga, la niña que no conozco aparece a ratos, sigo escuchando comentarios más mis pensamientos, tu te apartas avergonzado: Ellos te han delatado.
Entonces, recuerdo cuando era niña, y cuando quería estar sola, me sentaba unto a unos arbustos, en el patio de mi colegio, junto a una muralla de ladrillos. Ahí podía llorar, pensar y reír tranquila. Sin gente que me observara.
Cuando me alejo de ti y comienzo a caminar, tu te levantas para seguirme. ¿Sientes que me debes una explicación? La fuerza de mi sentimiento traicionado te aleja. Ya no quiero verte, por lo menos no en el momento. Siento que abro los ojos, golpeo el libro que está en mi mesa verde, junto a mi cama... me olvido. Vuelvo inconsciente a hundirme. Veo ese rincón añorado y me siento a llorar... ¡qué dolor siento!, todos en ese lugar se rieron de mí, por ti.
Llevo una falda celeste. El aire es tibio. El cielo verde se vuelve café. Cuando apoyo mi cabeza en mis manos, puedo notar que lloro sin llorar... mis lágrimas están secas. Necesito desahogar esta pena, esta desilusión, esta traición mía (que sueño estas cosas), pero no hay rastro del llanto que siento en mi garganta.
Toco mis ojos... y nada. Me arranco la vista, pero te veo venir... ¿qué quieres de mi?
Y estoy segura: debo despertar. |