microlatido.
parásito: ser que no puede vivir sin el otro.
Se encontraron de sorpresa, y ambos confesaron que ayer se habían recordado mutuamente, omitiendo precisar, el ayer, como un pasado persistente de varios días.
- ¿Sabes? Me gustas más así, con el pelo largo.
- Tú también me gustas más así, con el pelo largo.
- A mis piojos igual. Por eso ten cuidado, uno puede mudarse a tu cabeza... Quizá acaba de saltar.
- No importa. Me rasco.
Los piojos nacen para procrear, para vivir en pareja, y si quedan separados, en planetas distintos con órbitas hacia galaxias lejanas, seguirán echándose de menos. Entonces harán de lo imposible lo microposible para que los planetas impacten, se reencuentren.
Aun así la ausencia de su pioja les hará llorar y cristalizar la pena como luciérnagas en todo el hábitat selvático. A veces no resisten y se suicidan, comiendo arena blanca de la playa capilar o ahorcándose en un pelo. También blasfeman con rabia y sufren el castigo de Dios. De la estratosfera del peinado descienden unas garras pulposas, que rasgan, matan y los barren. Se arriesgan a increpar a Dios porque vivir partido, es vi; vivacío y vimorir, y eso es ver la desdicha por los dos. Por eso perseveran, aunque ocurra lo peor; El Apocalipsis, las babas de Dios, que blanca como nubes cuajadas es la vía láctea derramada. La mayoría muere y es rastrillada por los numerosos y largos dientes del supremo. Sin embargo, aquellos que se aferran a la vida como a un pelo, conservando un dejo de esperanza, siempre rezan de rodillas con la intensidad de un latido, pero el planeta Dios está ocupado, el espacio tiene ruido y la mente planetaria nunca escucha. Aunque a veces, en un parque, en el bus o en la calle, el deseo de una voz consigue que dos astros colisionen.
Entonces no es un designio ni una voluntad superior el encontrarse de sorpresa, como hace un rato, la culpa es de esa incomodidad infecciosa de un micro latido que les reza.
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