Yolanda caminó hasta una pequeña cómoda, donde los recuerdos galopaban su furia, se sentó y comenzó a leer aquellos poemas olvidados por su autor.
¿Cómo algo tan lleno de vida podía morir?
Mientras las lágrimas caían sobre el papel, las palabras se transformaban en una mancha, pequeña primero, luego gigantesca, formando un río de tinta.
Las horas iban pasando y Yolanda, que ya era una con sus fantasmas, recogió los pedazos de su corazón. En un instante de ira, rompió en mil pedazos, uno por uno, esos textos sagrados, escritos sólo para ella. Se miró en el espejo, se vio hermosa; aun empapada en lágrimas era hermosa, sin embargo, el dueño de su amor, la había convertido en un reflejo interrumpido, en un sonido clausurado. Ya nada quedaba…
Miró a su alrededor, los papeles rotos se hacían camino sobre la alfombra; poseída por una locura repentina empezó a juntar los pedacitos para poder pegarlos; le llevó toda la noche.
El amanecer la encontró de rodillas frente al último verso.
-“Yo restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de muerte”
Al ver el arduo trabajo terminado, notó que "donde un muchacho y una chica hacían el amor, sólo quedaban restos de caricias."
Entonces; se acercó a la ventana, abrió las cortinas, respiró profundo, abrazó por última vez sus recuerdos y llenó la ciudad de papelitos.-
|