Inicio / Cuenteros Locales / MiguelGP / Domingo con ella en el parque
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Es en un parque y aunque aún no sea primavera, el sol ilumina en julio como un rastro del otoño. Hay el ruido de las hojas secas que se arrastran con el viento, las hojas secas no pisadas, de los cipreses semi desnudos, y ella, ella que se angustia en tan maravilloso día. Su mirada, en su mirada el otro fondo, el de la sombra del árbol más alto que cubre la banca donde se sentó. En ratos se recostaba, de a momentos se inclinaba buscando mis labios separados ante el asombro de mi falta de cariño a sus ondulados cabellos sobre mi muslo y su cintura quebrada con mi mano que le cubría la piel. Ha cruzado los brazos, lejos de mí a mi lado, con una pierna sobre otra y mira al hombre que afila cuchillos que con un silbido somero busca en éste domingo, clientes como el hombre viejo de enfrente que se para a la puerta de su casa para sentir el aire fresco que en invierno ha traído de nuevo a los niños a jugar cerca de nosotros y que con sus gritos, impelida por la efervescencia de sus juegos con pelota y sus padres, ella me ha dicho: “Quiero tener un hijo”. Pero le he respondido que no quiero y que de quererlos un día no sería hasta dentro de diez años. Me respondió: “¿Pero no eran cinco?”, aludiendo a aquella vez en que emocionado por atravesar su mirada, a sus ojos le dije que era ella a quien quería como la madre de los míos. Pero ahora no. Y cuando ya luego nos hemos sentado nuevamente en ésta banca, el viento ha agitado las ramas altas para por segundos dejar que el papel se ilumine. La sombra de mi mano que lo sostiene y la otra que escribe, apartadas por un espacio que crea una franja del sol amarillo, como un camino delgado, que se vuelve difuso cuando las ramas se vuelven y lo desaparecen y cuando el viento lo hace notar, al camino en el papel, me brilla la dicha de vivir éste día de sol en invierno. Y aunque muchos ya han escrito sobre palomas y pocos han mostrado de ellas lo que en verdad en un momento significan; dos de ellas, cuando el camino se ilumina, se acercan cada vez más, a picotear la nada del suelo, buscando migajas para su hambrienta existencia. |
Texto agregado el 03-07-2006, y leído por 124 visitantes. (0 votos)
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