Hoy no ha salido el sol.
Son las once de la mañana y el sol... ¡No ha salido!
Es muy extraño. La oscuridad se extiende por toda la ciudad.
He salido a la calle para preguntar a ver si alguien sabe algo, pero está todo el mundo igual de desconcertado que yo.
Nadie sabe nada, nadie entiende nada. Un señor nos ha comentado que iban a dar la luz de las farolas porque así no podíamos estar, ¡no se ve nada!. Además hace frío. Yo no soy friolero, ¡pero tengo frío!, seguramente será lo desconcertante que es no ver el sol. Cualquier día de invierno hace más frío. ¡Seguro!

Es muy extraño, en mis 75 años de vida nunca me había ocurrido esto. El sol siempre era puntual a su cita.

La gente anda como loca por las calles, la ciudad está paralizada. Es muy extraño. Los únicos que juegan tranquilos son los niños. He oído como uno de ellos le explicaba al resto de sus amiguitos, que su mama le había dicho que Dios le había prohibido salir, que estaba castigado porque se había portado mal esta noche. Otros tenían otras explicaciones igual de ingenuas o más, a uno oí contestarle que no que su mama le había dicho que estaba de vacaciones y otro le replicaba que se había enfermado. Estaba claro que las madres habían intentado calmar a los niños. Y lo habían conseguido, todos habían creído la historia de sus mamás. Pero para los mayores es más difícil. No hay explicación que valga.

El día transcurrió sin noticias del sol y con la gente alborotada sin saber.
Yo, me fuí a dormir de nuevo a las diez de la noche. Mañana será otro día... e igual es la luna quien se toma el día libre y tenemos veinticuatro horas de sol.
¡Y yo sí que con luz no puedo dormir!