Al ver que no ganaba nada preocupándome por situaciones que aún no ocurrían, decidí salir de la casa y dar una vuelta por la ciudad. Apenas me dirigía a la puerta principal cuando alguien me abrazo. Se trataba de Pame.
-¿A dónde vas? ¿Puedo acompañarte? –preguntó la niña.
Al ver esos hermosos ojos llenos de alegría no pude negarme y acepté enseguida que me acompañara. Después de un rato de caminar noté que Pame estaba muy sería, lo cual contrastaba con su personalidad jovial a la cual estaba acostumbrado.
-¿Qué te pasa? Creo que te estas aburriendo.
-No pasa nada ... –dijo Pame, y tras unos instantes agregó -la verdad es que... - pero reprimió sus palabras y guardó silencio.
No puedo negar que me preocupé; no era normal esa actitud de Pame, pero no quise molestarla con más preguntas. Continuamos caminando hasta que mi amiga se decidió a hablar.
-¿Te gustaría ir al Oasis?
-Claro –respondí –me encantaría. Habían pasado dos años desde la ultima vez que contemplé el Oasis y pensé que verlo nuevamente me ayudaría a despejar la mente.
Caminamos al extremo norte de la ciudad hasta llegar a un templo dedicado al culto de la Diosa Madre. A cada lado de la puerta se encontraba un guardián. Los guardianes del templo son mujeres que dedican su vida a venerar a la Diosa Madre. Como parte de sus obligaciones, ellas deben dirigir el culto y realizar sacrificios, pero además se entrenaban como guerreros, ya que los guardianes deben proteger el templo contra cualquier enemigo o invasor.
Al ver a las mujeres-guerreros recordé que para entrar al templo era necesario ir acompañado de un adulto y de inmediato se lo mencioné a Pame, pero a ella pareció no importarle y con una sonrisa me indicó que no habría problemas. Así fue, continuamos avanzando y entramos al templo sin oposición de las mujeres, de hecho hicieron una reverencia cuando pasamos frente a ellas.
-Esta vez si que te he sorprendido. ¿No es cierto?
Miré a Pame con curiosidad pero antes de poder preguntar algo, ella se apresuro y continuó hablando.
-Lo que pasa es que hace unos meses comenzó mi preparación para convertirme en Sacerdotisa Mayor de la Diosa Madre, por lo que puedo entrar y salir del templo cuando quiera y con quien quiera.
Al escuchar eso me impresioné, al igual que, cuando escuché que Pietro era nombrado nuevo jefe de la tribu tierra. Me daba cuenta de que mis amigos se estaban convirtiendo en personas muy importantes pero al mismo tiempo a pesar de ser tan jóvenes tendrían que soportar grandes responsabilidades.
Seguimos caminando hasta llegar al centro del templo, ahí estaba una enorme escultura, un monumento en honor a épocas antiguas pero no olvidas, objeto de veneración para todos los espíritus de la tribu. Muchas veces durante mis visitas anteriores contemplé maravillado esa efigie pero nunca escuche la historia que rodeaba tan magnifica obra. En realidad en aquellos tiempos cuando tan solo era un niño, me importaba mas jugar en el Oasis que escuchar lecciones de historia. Mientras observábamos la monumental escultura, Pame se puso frente a mi y tomando postura de persona que va a dar un gran discurso exclamó:
-Frente a nosotros esta representado el encuentro entre un espíritu y una bestia, pero no cualquier espíritu ni tampoco cualquier bestia. Se trata de la diosa madre y del Señor de la tierra que tomo la forma de la bestia elefante.
Según la leyenda, gracias a la diosa madre fue posible calmar la furia del señor del fuego y juntos hicieron evolucionar a los espíritus. Desde entonces existen el hombre y la mujer con la forma que hoy en día tenemos.
Después de escuchar tan emotivo relato continuamos avanzando y por fin tras pasar por la puerta norte del templo llegamos al Oasis. Hermosas palmeras, pasto verde, arbustos y por supuesto un estanque cristalino. Contemplar tan hermoso lugar era una delicia, aún mas, después de no ver otra cosa que arena y montañas lejanas. Pame tomó mi mano y me llevó cerca del estanque. Por un momento sentí la paz que tanto necesitaba. Nos sentamos a la sombra de las palmeras sin decir palabra alguna, satisfechos de estar juntos en ese momento. Al cabo de unos minutos, Pame puso sus ojos en mí, y con esa hermosa sonrisa que la caracterizaba me preguntó:
-¿Deseas nadar un poco? Con tanto calor estoy segura que quieres sumergirte en las frescas aguas del Oasis-
Aunque resultaba tentadora la oferta, yo no estaba muy seguro y por alguna razón mi ánimo decayó.
-Lo sé. Estas pensando en Luzy –dijo Pame.
No pude decir nada, ella tenia razón. Lo que en ese momento realmente deseaba era estar con Luzy. Sin decir nada, Pame se puso de pie y se alejo de mi. La seguí con la mirada hasta que la vi entrar al templo.
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