Se han ido
Con sus muecas, sus sonrisas, sus gestos. Se fugaron a través de habitaciones oxidadas y me he quedado solo, a pesar del enjambre que sobrevuela mis retinas.
Es de noche y el tiempo pareciera discurrir entre anchas orillas, como si uno pudiera masticarlo con los dientes de los segundos.
Esta laxitud me mueve a fronteras que quizás pertenezcan a otros, a aquellos que reclamen su pertenencia en un siglo que no les es.
Aligero el pasado con cada sorbo de alcohol, a medida que me brinda la compañía de un presente ambulatorio.
Acaricio la mesa de madera y sus marcas arrancan vivencias transcurridas de una vida propia, de la cual me atrevo a dudar sobre su existencia.
Los pasos de un reloj acompasado, marcando gotas de tiempo, caen sobre mi cabeza, taladrando, como tortura.
Resiste mi cráneo el inexorable paso de las horas, enhebrando un tejido artesanal, maravilloso lienzo de historias, hechos y personajes.
Veo extinguirse la vida de los edificios vecinos poco a poco y me quedo pensativo, frente a la ventana, devolviéndome ésta una tenue imagen de fantasma.
Enmudezco, tratando de ensamblar engranajes en ésta maquinaria complicada que es mi mente engañosa.
Se han ido y sus ausencias no me inquietan, es otra la que me instala una zozobra en éste barco sin rumbo, la propia.
Han dejado flotando, sin darme cuenta, un enrarecido humo, penetrando el pulmón de la memoria.
Mis sienes aprietan cual torniquetes, como si quisieran dialogar entre sí y la vista se me nubla por el agua de los recuerdos.
La pared de silencios me murmura lo que no está, la falta, cual cuerpo sin el armazón de los huesos, la flor de la vida sin savia de sol que caliente las hojas de éste tallo.
Se han ido.
Apuro el último trago.
Es hora de extinguir la luz de los recuerdos en éste edificio casi vacío.
Terminado 30/06/2006. –
23:33hs. –
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