Todo empezó con una ligera picazón bajo el hombro izquierdo. Se tornaba insoportable por las noches. Cuando ya estaba acostado sobre la espalda, empezaba a sentir ese cosquilleo que luego era picazón. Me rascaba sobre el colchón, moviendo la espalda, me rascaba con las uñas sobre la camiseta del pijama. Era tan fuerte que me levantaba, tomaba un cepillo de aquellos para lavarse la espalda y con eso me rascaba hasta lastimarme, luego me echaba alcohol o colonia, me ardía deliciosamente por un rato y me acostaba placidamente hasta que de nuevo empezaba la picazón cuando pasaba el efecto del alcohol.
La mañana del 21 de febrero, me levanté como cualquier otra. Semidormido fui al baño, me lave la cara, me la sequé, me miré al espejo y me fijé que tenía barba de fin de semana. Tomé el bote de espuma de afeitar, lo presioné en mi mano. La blanquísima espuma formó un gran copo en mi palma, lo llevé hacia mi rostro. La maquinilla empezó a rasurar con su sonido rasposo y seco. Mientras me afeitaba, sentí picazón, esta vez bajo el hombro contrario. Con la mano aun jabonosa, me rasqué. Esta vez sentí una protuberancia en el lugar que me picaba. Deje de afeitarme e hice malabares para mirarme la espalda en el espejo sobre el lavatorio. Sorpresa. En el lugar en donde nacen los omóplatos, tenía dos tutumas. Las toqué, primero la una, luego la otra. La del lado izquierdo era un poco más prominente que la derecha. La toqué otra vez, intenté aplastarla y dolió. No había llagas, ni laceraciones. Las dos estaban exactamente en el mismo lugar. Perfectamente situadas a cada lado. Decidí ir al medico en la tarde, cuando terminara mi jornada laboral.
Esa noche, llegué a casa más cansado que de costumbre. Mi novia llamó preocupada porque no la había recogido para ir a la florería. Debíamos escoger las flores para nuestro matrimonio que sería dentro de un mes.
-Lo olvidaste, si te olvidas de esos detalles cuando eres novio, ya me imagino cómo serás de esposo_ dijo llorando.
-No lo olvidé, simplemente no lo recordé……hasta cuando me llamaste….-
-¿Qué no te das cuenta de que es lo mismo?- lo olvidaste y punto final.,
Y así, me cerró el teléfono.
La verdad, ella no me importaba mucho últimamente. No sentía la misma pasión de antes. Cuando nuestra relación empezó, salía de la oficina y lo único que deseaba era verla y llevarla a mi apartamento para hacerle el amor. Ahora era diferente. Todo el día me llamaba a hablarme del matrimonio, de las flores, del pastel, del vestido, de las amigas y amigos, invitaciones y no se que otras tonteras. No es que no la quisiera, pero me aburría hablar de eso, además……el asunto pasión, se había terminado. Ya no era lo mismo. Inclusive las cosas con Brígida, mi secretaria, se habían enfriado. Ella era mi amante antes de que empiece mi relación con Ana. A Ana la conocía desde el colegio, siempre tuvimos una especie de relación de amigos con ventaja, era como si estuviera escrito que nuestras vidas iban a terminar juntas. Aunque en el colegio no teníamos una relación formal, ni en la universidad, siempre nos habíamos tenido relaciones. Había una atracción sexual especial con ella. Estaba dicho que algún día nos casaríamos y envejeceríamos juntos. Así decía siempre su madre…..”Ustedes van a terminar juntos algún día“.
Brígida era hermosa, alta y voluptuosa, cabello castaño brillante y grandes ojos negros. Su risa de cascada se escuchaba subiendo por el ascensor y yo sentía hincharse mis pasiones bajo el pantalón. Ella lo sabía. Teníamos un juego en el computador, yo le dejaba mensajes y ella los contestaba. Eran mensajes obscenos, “de alto calibre” como decía Pablo, mi socio. Ella los contestaba con el mismo “calibre”. El juego consistía en no decirnos nada en público, yo ni siquiera la miraba y ella no me tomaba en cuenta, inclusive ella coqueteaba con los otros hombres de la compañía, los llamaba por sus nombres y a mi me llamaba ingeniero.
La noche de la fiesta de Navidad de la compañía, coincidimos en el ascensor subiendo desde el estacionamiento. Ana había llegado conmigo, pero había subido antes con otras parejas, llevando unos platos de bocadillos y algunas botellas de vino. Yo me quedé limpiando el asiento trasero en el que se habían regado algo de uno de los platos. Cuando llegué corriendo al ascensor que ya estaba cerrando sus puertas, allí estaba ella, con su vestido verde ajustado y sus tacones de aguja, larga y perfumada cabellera………..ella sonrió y yo también, se me acercó, me tomó la mano y la llevó debajo de su vestido……no llevaba ropa interior. Yo me volví loco, miré el numerito iluminado sobre la puerta del ascensor, marcaba 2, la fiesta era en el piso 18. Empezamos un alocado encuentro, besándonos y tocándonos como dos hambrientos, sus duras tetas me volvieron más loco aun, así las había imaginado. Los segundos me parecieron eternos, de colores y con música, hasta que escuchamos la campanita que nos decía que la sesión había terminado. Me acomodé un poco el pantalón hinchado, las puertas se abrieron y pasé directamente al baño, caminando rápidamente entre los invitados que me saludaban y miraban sorprendidos al verme caminar tan rápido. Ana gritó..!Mi amor, aquí, aquí estoy! Hice como si no la escuchaba y seguí hasta el baño a consolarme y disfrutar con mis pensamientos.
Acompañado de mis recuerdos, fui a la cocina a prepararme un sánduche y un café. Lo puse todo en una charola y lo llevé a mi habitación. Una película y a dormir.
La noche transcurrió extraña, entre calores y pesadillas, sudores fríos, voces y sombras. A las cinco y treinta sonó el despertador. Como un autómata, me levanté fui al baño, me bajé el pijama frente al escusado, tomé mi pene para orinar y me extrañó sentirlo tan pequeño. No es que lo tuviera muy grande, pero en las mañanas normalmente tenía un buen tamaño para enorgullecerme. Me percaté, que además de pequeño, no tenía ninguna sensación. Oriné asustado e hice la firme decisión de acostarme más seguido con Ana….o con Brígida. Si, seguro que era por eso. Hacían ya tres semanas que no habíamos tenido relaciones. Ana se quejaba y yo le decía que estaba cansado. Me lavé la cara, me la sequé y me miré al espejo…………………………¿Qué es?, ¿Qué me está pasando? ¡Oh Dios!,………no, no, no,…………………..desde el cristal del espejo, me miraba horrorizado, un ángel rosa, a quien las alas le habían empezado a crecer.
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