III.- LOS RÍOS DE ÍMACO
Los ríos de Ímaco no son deportistas, son de corriente floja; aguas diáfanas al Norte y en el Sur turbias de colores.
A los seres morenitos les fascina nadar en los ríos del Sur pues logran maquillarse por unas horas con las más extravagantes combinaciones de colores y ríen tanto viéndose uno al otro que exhaustos dormitan cerca de los dientes de león, éstos con el viento de cómplice forman una gran alegoría en el ambiente y si el viento sopla adecuado se forma un fluido arco iris de los colores que se disipan del cuerpo de los morenitos. A los tigres transparentes, muy amigos de los morenitos torpes, les gusta zambullirse también en esos ríos, aunque el maquillaje les dure sólo segundos de diversión (no pueden renunciar por mucho al garbo de su transparencia).
Los escasos ríos del cinturón volcánico son de aguas dulces y corren lentamente por las rocas lisas de ese lugar como chocolate en porcelana; pasan y pasan dando la apariencia espesa y embrujadora del mejor de los manjares.
Como las colinas de Ímaco, cual serenos tumbos marinos, suelen mudarse, los ríos son de curso muy variable.
Tanto los ríos del Sur y del Norte nacen y desembocan en el mismo lugar, así : Los ríos del Norte nacen en un gran lago cristalino; nacen allí, se cruzan entre ellos, giran sobre si mismos, forman apacibles vados, hermosas caídas y vuelven a desembocar en el mismo lago cristalino. Los ríos del sur nacen de las cuevas de una montaña en forma de repollo; nacen allí, se cruzan entre ellos, giran sobre si mismos, forman apacibles vados, hermosas caídas y vuelven a desembocar en la misma montaña forma de repollo.
Esta característica cíclica también la tienen los ríos del cinturón volcánico, sólo que estos nacen en el fastuoso volcán central y circundan a Ímaco pasando y pasando por sobre las piedras lisas como chocolate en porcelana.
La tentación del fin.
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