Midnight
Las persianas de un umbral a lo desconocido nunca golpean sin un motivo, y aun me gusta creer que la luna, cada noche, nos muestra su lado mas oscuro y que, por pura ignorancia, atribuimos a aquello que no vemos como el secreto, el tenebroso, la verdad que no nos gusta asumir, y que día a día amo escuchar de labios tan ajenos que a veces no me creo. Relinchos y estocadas estremecen mi puerta y mis vaivenes nunca me llevan al destino correcto, esta calle aun no madura, falta de almas, falta de sienes donde colocar el gatillo de lo onírico, y sustraerse así en la madeja de la armonía que solo una pestaña puede crear, y la vibración de bandadas de cuervos que esperan el ronroneo en los tejados e investir la presa hasta el amor eterno.
La tinta de la noche transforma sus manchas en narraciones yuxtapuestas, y en mis manos aun duele el disparo de las maquinas; una letra, una bala; la palabra, y un tiroteo literario; el párrafo, y la balacera vierte mi sangre en vivencias imaginadas, tan reales y usureras que lo mezquino de la puntuación siempre cumple mis expectativas.
El frío retiene mi andar, y aun se cuánto disfruto de lo exagerado de mis sueños. El detenerse del eterno caminante, el sin fin del duermevela y en sus telarañas las eróticas figuras que la cera derrama bajo la pasión de una hoguera que limita mis noches.
Aun no se si reposo mi cabeza en la almohada o si hace años que ella descansa aquí, vanidades que los sueños nos escupen en el rostro, que de enmarañados y surrealistas vuelcan lagrimas de algún whisky añejo en recipientes de fríos cristales, para fundirse en borrosas borracheras que unas curvas me provocan. Las penas lastiman mis ojos cuando aun soy un niño, ese niño que noche tras noche se entrega a unos senos desnudos, y los empapa de razones y preguntas, caricias que tranquilizan mi cabellos y ese juego de palabras que te gusta y te confunde.
La noche no despierta en mi con renglones de algún libro, yo despierto en ella con lecturas y algún gracias que de cuando en cuando se me escapa en mil lenguas. Un después y un no te entiendo, un descuido y la metonimia se me escapa entre los dedos, como granos del reloj a la hora de volver, y el perder alguna que otra inocencia en mitad de la escalera, la salida y un reencuentro.
Las mentiras de la noche nunca hieren mis pupilas, ni las colman de embustes gloriosos. Solo escucho algún zumbido en mi cabeza, voces del sacudir las pocas ideas que me quedan y que siempre regalo, envueltas en presentes y la ausencia siempre esta, siempre lía mis temores, los nuestros y el ajeno.
Hoy despiertas en mi pecho y aun reconozco tu rostro de jazmines. Hoy despiertas de jazmines, y aun me reconoces en tu pecho.