"Es una lástima irnos así, con las manos vacías", fué el comentario de Coloccini. Sí, el mismo pibe que algunas horas antes había tenido la audacia de disparar, sólo, desde más de mitad de cancha.
Y la lástima, es lástima si pensamos en trofeos nada más. Porque como contrapeso, sabemos todos que nos llevamos el corazón lleno: de odio, de bronca, de impotencia, de dolor,... Pero también de orgullo, de amor por lo propio, de ésta pasión que representa el fútbol para nosotros.
Y ojo, que no es cualquier fútbol. Es el fútbol argento, ese que viene desde la canchita del barrio, esas gambeteadas que se aprenden como una coreografía espontánea...
Y, lo más gracioso, digamos, es lo irónico de la situación: nosotros los argentinos; los de fama "deshonesta"; los de quienes se dicen muchas verdades y unas cuantas mentiras también; nosotros los que tenemos al "típico cordobés cagador"; nosotros que somos hermanos del famoso "porteño garka"; nosotros sudakas criollos;...
Somos nosotros los que nos llevamos a casa este sabor amargo en la boca y este peso inmundo en el alma. Y que conste, no por haber perdido (¡Vamos! ¡Si todos sabemos en nuestros corazones que la celeste y blanca ganó hoy!).
Sino más bien ésta horrible sensación de estafa, de la compra de nuestro sudor, de la venta de ilusiones a un precio injusto.

Hay que admitir, que el equipo alemán es un excelente rival al cual costó mantener a raya, pero también hay que decir la verdad: Argentina tenía el derecho de ganar.
Un derecho que le fué quitado junto con su arquero.
Un derecho que le fué arrancado de las manos con cada falta mal cobrada.
Un derecho violado, que ninguna ley se digna a proteger.



Palabras bastante repetidas en las últimas horas:
"SER ARGENTINO NO TIENE PRECIO,
SER REFERI, SÍ."