Hoy en la estación de trenes observé a los pasajeros, compañeros de viaje en el trayecto.
En sus miradas están mezclados el ayuno de por la mañana, da igual que sea lunes o jueves, todos ansían la certeza del cachondeo y gritan en silencio por no producir silencios prolongados en la escena de educación. Algunos son más valientes y se atreven a realizar comentarios, humorísticos, por supuesto, que, en ocasiones, rozan lo grotesco. Uno de ellos me recuerda a mí en mis tiempos de estudiante. Y es que uno qué quieren que les diga, ahora critica mucho a la gente de su edad e incluso les odia, pero no mucho tiempo atrás también aspiraba el humo del polen, deseaba con la certeza implacable y cosmopolita de la adolescencia a cualquier muchacha de buen ver que se le cruzase por la calle, y el deseo de sacrificar la grandeza de los estudios para elevar mi moral acompañado en lugar de libros, de una buena bebida alcohólica que al final nadie se atrevía a acabar solo, y de unos amigos como Dios manda.
Sucede que a veces uno se pierde en esos quebrados recuerdos del tiempo pasado mientras el ambiguo grito del presente penetra ante sus ojos, y así es como me veía yo en aquella escena. Sosteniendo mi cigarro, silencioso y con mi cara picaresca observando a mis análogos frente a frente, y a veces incluso creí como ellos mas en la suerte que en cualquier retozo de casualidad.
En momentos así, es cuando uno se olvida de las penurias, del lunes por la mañana y de que mañana le espera por delante otro día rutinario mas. Momentos así hacen que nos olvidemos, al menos por unos minutos, de que gente como Txapote existe en el mundo y andan sueltos por la calle, de que ineptos nos gobiernan y derrumban este país mientras nosotros nos enamoramos, como diría la Elsa de Casablanca.
La cuestión lingüística queda relegada a discusión en el astro lunar, y allí los senadores sólo discuten sobre el sexo de los ángeles, que sí, que tampoco es muy diferente de esto, pero al menos ellos no nos roban con impuestos, al menos ellos se despreocupan de naciones, banderas y ejércitos. Al menos en la Luna existe un libre mercado para nuestros sueños.