El día soleado y despejado parecía burlarse de todos nosotros con una mueca un tanto irónica, un ambiente frió y lúgubre pintaba rostros demacrados y muecas escurridas. Fue este el momento preciso cuando el viento me despojo de mi lecho familiar de un agresivo golpe. Es como caer al vació sin saber cuando llegara el fin, creo que descendí once o doce tallos, en el momento en el que vi el fondo cerca, esa fuerza invisible volvió a levantarme por los aires. Sin saber cuando ni donde me detendría me aventure a ese circuito de saltos y danzas interminables, a veces mas bajo, otras por encima de los demás, pasaba por gente, algunas en un mar de lágrimas y otras con disfraces de sonrisa.
Era mi cuarto alumbramiento de vida, pero el primero en el que enfrentaba al mundo solo, de pronto aterrice, estaba sobre una anciana, tenia la mirada mas vacía del mundo, sus ojos parecían de cristal pero pintaba una sonrisa sorprendentemente pacifica; me voltee, me miro, me dirigió una de sus sonrisas y agacho la mirada. Después de algún tiempo literalmente se sacudió de mí.
Solo, por lugares inciertos y sin saber cuanto resistiría mi ahora corta vida independiente, continué con el baile acostumbrado, a veces dando giros y otras veces flotando con la suavidad de una nube, encontrándome con personas, una mas triste que la anterior, con cambios tan bruscos que me impedían sospechar el final de todo esto.
Casi se terminaba la temporada de claridad, solo pequeñas antorchas de fuego se vislumbraban en el infinito cielo, era la primera vez que pasaba esta temporada al aire libre, nací, fui criado y madure siempre atado a la familia, así que desconocía lo que podría suceder.
Justo en el momento en el que el mundo es más oscuro, en el que las aves se extinguen y las sombras mueren, se detuvo mi vida, detuve el tiempo, me mantuve estático en el aire y comencé a caer en picada llenándome de un éxtasis entumecedor. Me percate de que bajaba directamente a tu caja, caí… espere… seguí cayendo… parecía interminable.
Cuando por fin me postre a medio tallo de distancia de tu pecho todos voltearon a verme, escuche algunas voces silenciosas que parecían tener más idea que yo sobre lo que estaba pasando. Mi antigua, anciana amiga, dijo unas palabras que terminaron por traducir el propósito del viaje de mi frágil y delgado cuerpo.
-La flor de su hija le ha regalado un pétalo de compañía para su entierro.
Fue el momento más valioso de mi vida.
Jaime Carcaño Hernández.
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