Mientras te pensaba en la humedad de la bañera, se me ocurrió que te estaba pidiendo demasiado.

"Los héroes no exiten"!, dijo una vocecita suave pero firme allá en lo alto de mi cabeza.
Los príncipes de cuentos se quedan en los cuentos, dónde sus hazañas quedaron perpetuadas hasta el fin de los tiempos. "Así como la prueba de su existencia debería quedar perpetuada desde la infancia hasta la adolescencia como mucho".

¡Acalla esa voz!,me dije.

Dejé el agua templada resbalara por mi cara mientras cerraba los ojos y sin querer se me escapó una inmensa sonrisa. ¡Tú existes!.
Existes, eres, estás, vives, respiras, duermes, despiertas. Pero... ¿Sueñas?.
Piensas, hablas, sonríes, comes, te mueves, bailas. Pero... ¿Lloras?.
¿Amas?, ¿sientes?

Todas esa preguntas mientras destapaba el gel de chocolate y su dulce olor lo impregnaba todo. Lo vi resbalar por mi cuerpo mientras vagaba mi mente.

Y volví otra vez a pensar en ti.

Hay tantas cosas que no entiendo: la manera en que me fascina tu forma de ser, como nunca deja de incitarme y sorprenderme. Y dudo si existe algún ente deformador que quizá me nuble la vista cuando se trata de ti. Porque te veo distinto, diferente. Te veo sumido en una espesa bruma, rodeado de materia inerte y el contorno de tu silueta dibujandose. Una luz, que resplandece sobre todo lo demás, que quizás sólo vea yo.

¿Es tonto que seas mi príncipe?. Porque lo eres. Y los príncipes no existen.

Me sumergí en el agua sin más afán que el de sentir mi pelo flotando en ella, y me puse a desnudarte con una mirada cegadora.

Mi héroe, sería tonto verte así si conociera todos tus defectos; si supiese tus debilidades. Cuando me pregunto cuáles serán y qué te hace estremecer, me permito suponer que hay más de lo que he comprobado. Nunca hablas de ello y casi te agradezco que dejes esa parte a mi imaginación. Probablemente tenga yo más confianza en ti, de la que tu mismo tienes. Suele pasar cuando alguien te quiere, te sobrevalora.

Y me puse en pie, abri el grifo a una temperatura que me amaba la piel. A falta de lluvia, el poderoso chorro de la ducha es como un centrifugado para el alma.

Envolviéndome en la toalla, descubrí en el espejo una mirada limpia. Seguía viéndote envuelto en luz.

Un príncipe con una vida normal. Un príncipe que te abraza y te deja una sensación de paz que ya no se te olvida, que es fuente de calor en las noches de soledad.
Un héroe que no siempre es valiente pero que con una palabra es capaz de desenredar un nudo, de deshacer cualquier tormenta, de colorear mi cielo. Un héroe que se equivoca y no pasa nada. Un héroe que logra hazañas como inesperadas sonrisas que me hacen dar saltitos de alegría, que me quita el sueño para seguir buscandolo en las horas del día y despertar por completo mi inspiración en cualquier momento.

Y solo espero tenerte acurrucado entre mis brazos, abrazarte cuando intuyo que has tenido un mal día. Solo decirte que tu magia es infinita, quiero coserle los rotos a tus alas y convertirme en hada para sanar tus males. Voy a inflarte el ego con caricias, y de mi cuarto haré un lugar secreto para el descanso del guerrero. Tan solo anhelo preguntarle a mi príncipe qué sueña, por que llora, qué ama y qué siente. Y que me lo diga.

Y entonces volveré a mirarle, con esos mismos ojitos que le pongo siempre y dejaré tres nuevas preguntas en el aire:

¿Cual es tu sueño?
¿Que anhelas?
¿Que sientes?