Amparada en las sombras de la calle Dr. Sotero del Río, en el centro de Santiago, espera como animal en celo el paso de la siguiente presa, la vieja zorra, acostumbrada a las caricias robadas, a los favores por dinero con los que ha tejido su historia, no tiene vergüenza de atacar a cuanto macho se avecine en su territorio, esta vez es un muchacho, podría hasta ser su nieto, la vieja espera impaciente, su respiración se agita a cada paso de su victima, dos, tres pasos ya estaba ahí, le sale al camino rauda, casi encima del rostro del joven, “por qué tan solo y tan tarde, le hago compañía mijito”, lo rodea tejiendo su telaraña elástica, para que el que se va, vuelva tentado por la proposición de la araña madre, olfatea su alimento, en un descuido pasa delicada su mano por el inocente trozo de carne dormido que al tacto de su tentáculo de seda despierta erguido dentro del pantalón, el sujeto que queda detenido por la impresión del acto osado de la madona experta en el oficio mas antiguo, con el que todas las mujeres sin excepción de clase social aspira ser en la oscuridad de su intimidad.
Se adentro en el mundo del brindar placer solo por suplir amor, en cada acto deposita, soledad, dedicación, amor, ilusión, rabia, sobre todo rabia, se remonta a sus ocho años, su padre, el patio trasero de la casa, “¿hija jugamos?, vamos al fondo, no papá eso me duele, hija es solo cariño, si le cuentas a tu madre, no saldremos mas a pasear, pero papá me haces daño” recuerda una mano en su boca la sangre en su vestido y en los pantalones de su padre, el terror si habría la boca, la vergüenza de sentirse sucia, el dolor, el terrible dolor por qué, era solo un niña.
El joven respira rápido, accede sin dudar a la tentación del placer pasajero, la vieja pasa su lengua por los surcos de su boca, se acerca despacio, casi con la punta de los dedos, baja el cierre acercándose al objeto de su deseo, ahí se deja ver entre la piel y la vellosidad masculina, el bulto palpitante del muchacho que espera impaciente “vamos viejita apurate, no nos vayan a pillar”, ella introduce su mano tomando el muñeco duro que lleva a la cavidad desdentada de su boca , una boa viscosa que de a poco va tragando, siente arcadas, y aun así no se detiene, lo succiona una y otra vez desesperada como si fuere al ultima vez que se deleitara con ese placer, hasta sentir estallar un río espeso, bajando después por su garganta, traga y traga la lagrima que se desprende del ojo ciego de su compañero de noche..
Nada es gratis en esta vida, como dicen por ahí, la vieja cobra por el favor concedido, dejando escapar una vez más al hombre de turno, no le importa, pues vendrá en unos momentos otro más, mientras se aleja, la vieja se siente sola, piensa en la llegada a su casa, casi de mañana, su casa, amplio refugio de sus tristezas, desde joven estaba sola, llenaron su vida caricias prestadas amores furtivos, fugases memorias de su infancia, la vieja amanecía cada día solo por la fuerza de la rabia acumulada en tantos años, recordaba en cada instante de cada día el episodio exacto en que su propio padre había destrozado su delicado mundo de niña frágil.
Aprendió a vivir con la vergüenza, con el terror a flor de piel, cada vez que veía acercarse la figura gigantesca del objeto de sus pesadillas.
|