Leer, claro; leer es la solución, ese atávico hábito que he redescubierto gracias a Cortázar y a Martha; leer para escapar de la realidad inmanejable y a veces horrible, del destino quizás inexorable, leer para sentirme sólo alguna vez en la vida; aunque está el no te aísles, ven y comparte conmigo que me lanza mi amor como un SOS y si él supiera que justamente no quiero ir a compartir con nadie porque solo en soledad puedo arrancarme el veneno de mi otro amor, y por eso trato de leer lo que me caiga en las manos, Lezama Lima o Corín Tellado, o la programación del TV cable o la revista de arquitectura, leer, irme al mundo paralelo que es hermoso y las cosas horribles le pasan a otros y yo solo soy un espectador, sólo, solitario, pues, para que no se confunda el solo de únicamente con el sólo de soledad; aunque al final es la misma cosa, solo sólo saldré de ésta, leyendo, leyendo hasta que se me terminen de secar los ojos o el juicio como a Don Quijote y sus novelas de caballería, asimilando el golpe de leer relatos demoledores como “vientos alisios” de Cortázar, hasta cuando Cortázar, al que creía superado luego de leer “Rayuela” las 2 veces que prescribe la norma, hasta cuando esa sensación de sentirme protagonista de todo lo que dicen las canciones más espantosas de Paloma San Basilio y prometerme soluciones inspiradas en los Boleros más orilleros de Orlando Contreras, hasta cuando este irreal retorno a lo más sórdido de la adolescencia, hasta cuando todo, hasta cuando la resaca, la abstinencia, la droga, tu. |