Paisaje de Buenos Aires
Buenos Aires era tan cercana cuando visitaba a mis familiares, a mis amigas; era tan chica cuando viajaba hacia el colegio, o a la universidad, tan humilde cuando todo lo que observaba a mi alrededor era tan conocido, tan cerrada cuando las paredes me aficciaban.
Creía ver en mi provincia aquella neblina junto al rocío de las madrugadas, ventanas empañadas, y tan solo el reloj mostraba siempre las tres de la tarde, momento en que mi mente descansaba y los libros de Grisham me enseñaban una farsa que yo quería vivir, involucrada en el gran palacio de justicia, yo, la doctora sería.
Continuas lecturas, aprendizajes nuevos, incansables caminatas de libros, siempre conmigo; habitaciones con puertas que sin llave se encontraban cerradas como quien presa estaba. Percianas que reflejaban la luz exterior, los verdes árboles, e incluso las libertades de los inocentes pájaros que volaban.
Creía encontrar las verdades de la vida, creía vivir una realidad presente.Y me involucraba entre mis sueños, entre hojas de papel con infinitas palabras, viajendo hacia la lectura de la que era mi vida.
Buenos Aires, hoy, es tormenta de ciclones, cuando los colectivos ya no pasean, cuando las lecturas no me enseñan,cuando sólo veo edificaciones, cuando el silencio se hace presente, y mis recuerdos ausentes.
Qué ha quedado del verde suelo, que ni la tierra veo; que ha quedado de lo papeles si ya ni cenizan poseo; que ha quedado del vuelo si las alas partieron.
¡Qué ha quedado de mi Buenos Aires!, que ha quedado de mi vista, que obnubilada se queja de las salidas.
Cuando abro los ojos, me doy cuenta, que el reloj es transformado en aguila, y mis recuerdos me sumergen tan solo en lo que es mi presente.
Quien pudiera saber hoy que es un animal, o la naturaleza, y mucho menos hablar de libros.
Quien pudiera entender que lo que se ve, es la negación de lo que es.
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