Los dedos trémulos recorren las líneas del libro, ¿ahora lo entiendes?

En la tinta negra vislumbras un fugaz viaje personal a las cámaras prohibidas de la propia conciencia. Los ecos se prolongan hasta convertirse en tenues murmullos, pero entiendes que en ese santuario hablan de lo que ocurrirá en aquel día. Una lágrima se estrella contra el frío mármol que está a tus pies.







-Dime que no fue todo angustia. No fue un infierno. No lo fue. Dime que también hubo felicidad. ¿Pueden ser felices los demonios? ¿Crees que pueda aferrarme a tu voz en el averno de los silencios?

-Cariño, no te sientas mal, sólo fue una vez. Además recuerda que ni siquiera los ángeles son perfectos. Entiende que, hasta el más puro y bello bajó la mirada para arrancarse las alas y convertirse en una bestia apocalíptica ávida de venganza.

-Precisamente eso es lo que temo...