Desperté, o algo similar, porque lo que se dice despierto no se podía decir que estaba. Un zumbido rítmico me estrujaba las sienes, cada gesto, cada movimiento, costaba más que encontrar el coche en el parking.

En fin, entre cortarme la cabeza o tomarme un “paraceramol”, opté por lo segundo, y menos mal. Al incorporarme me di cuenta que me había cagado encima, pero no me importó. Me quité la ropa llena de vómito y la tiré sobre la cama, cayendo justo en la cara de la muerta, inerte, tan quietecita, pensé: total, esta muerta, no creo que le importe mucho.

Mientras me duchaba empecé a recordar “flashes” de la noche anterior, creo que se me fue un poco la mano con las drogas y el alcohol, pobrecita, ella no tenía la culpa, pero bueno, como esta muerta no creo que le importe mucho.

Durante el desayuno notaba un sabor en la boca muy intenso, como a sangre, no había forma de evitarlo, en cada bocado, en cada respiración, ese sabor… supongo que es lo normal cuando arrancas un pezón con lo dientes.

Una vez ya en el trabajo el zumbido se convirtió en crujir de dientes, no podía evitarlo, me chischirijiticaban los dientes cuando menos lo esperaba. Lo tenía difícil para pasar desapercibido, la ropa arrugada, la peste a alcohol, a tabaco, a sexo, ni mil duchas serían capaz de quitármelo de encima. La mirada se me perdía sobre unas ojeras de color ámbar amarillento, en fin, solo me faltaba llevar la muerta arrastrando con una correa. Por cierto, creo que se llamaba Charlotte, pero está muerta, así que poco importa ya.

Como el “cante” en el trabajo era evidente decidí escaparme de allí, sin duda lo mejor que podía hacer, además así podría aprovechar el día en hacer algunas cosas, como por ejemplo en deshacerme de la muerta, porque ahí no se pué quedar pa’ siempre¡¡¡, y limpiar la sangre que debe estar por todos lados, joder, y pinté el techo el mes pasado.

Llegué a casa con un mareo de náusea por segundo, me arrodillé frente al water y antes incluso de poner la rodillas en el suelo comencé a vomitar, las arcadas y los gritos se mezclaban con el reguetón del vecino al 94 de volumen, como poco.

Me desperté en el suelo del baño con los pelos de punta y la carne de gallina, hacía tiempo que no me desmayaba tan súbitamente. El sabor que ahora masticaba mi boca era una mezcla entre tabasco y repollo, debería cepillarme los dientes con sosa cáustica.

La habitación comenzaba a oler a muerto, normal, así que decidí abrir de par en par la ventana, aunque llovía a cántaros y el agua entraba violentamente empapando el colchón y el cuerpo de Charlotte, pero total esta muerta así que no creo que le importe mucho.

Me senté en la cama, encendí un pitillo y comencé a hurgar en su bolso, aún le quedaban chicles y no me quiso dar¡¡¡, que zorra. En su cartera tenía fotos de un niño de unos 5 años, era idéntico a ella, con el pelo amarillo como una manzana golden, y rizado como cortezas de cerdo. No se porque, pero viendo la foto del niño me empezó a entrar una angustia que me apretaba el cuello, casi tan fuerte como se lo apretaba yo a su mami hace unas horas, rompí a llorar con mi cara sobre su abdomen, me sentía taaan enfermo. Lo de ahogarla pudo ser un accidente, pero cortarle la cabeza… en que momento me regalaron la sierra para cortar huesos de jamón…

De todos modos, a quién se le ocurre decirme que me va a hacer un francés, ¡justo después de que Francia nos elimine del mundial de fútbol¡, ¡rediosssss¡, ¡hay que tener mala cabeza¡, por eso se la corté, total, estaba muerta y no creo que le importase mucho.