Un poeta dijo una vez “La belleza causa consuelo, la belleza atrae la calma a los hombres”.
Un joven viajero recordó aquellas frases que en su mente habían estado gruadas, casi olvidadas, cuando contempló el ocaso en las tierras donde una princesa gobernaba sin piedad.
No había nada mejor que aquella escena, el sol bajando tocando las aguas verdes del océano, el sonido de las flautas de mar; si esas piedras que son tocadas por el dueño del viento, la arena disolviéndose en los dedos de tritón, el clima perfecto para el calor de las sirenas que cantona conforme la noche llega.
Clama experimentó en ese momento, su alma atormentada descansaba por un instante.
Años depuse, el joven añora el pasado, busca en sus viajes aquello que dejo atrás con el rompimiento del mensajero de los dioses.
En la mañana suave en la que tuvo que decirle adiós a la mariposa de alas plateadas, volvió a sentir la clama que tanto había buscado.
No necesito ir hasta las playas mas lejanas de oriente para volver a tener consuelo, solo con el ver aquellos colores, aquel vuelo, de nuevo pudo sentirse en paz.
Se había enamorado del mar, por que no había conocido, ni mucho menos imaginado nada mejor,
Pero el día en que su viaje continuó, el día en que tuvo que abandonar el claro de las mariposas, la calma lo siguió pues había vuelto a encontrar la belleza, en la pureza de la sencillez, en lo enigmático de la simpleza, en lo complejo de la ternura y en lo impredecible de la alegría.
Por cuanto estaría en su mente?, por cuantas horas lo acompañaría aquella mariposa deslumbrante?, volvería a ver algo mejor?.
No lo sabía con seguridad pero, ¿ que mas da? Por que en su corazón se encontraba la paz, el consuelo y la calma del amor.
Ser ahí.
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