Percibo el tufo añejo de la soledad…

Hace algunos años atrás, padecía de no ver la alborada, ahorcaba en tiempo con leídas de diarios pasados en el silo de la cabaña de don Samuel.

Me entretenía con las dunas de polvo que ingresaban por la penumbra, las humedecía con mi saliva y construía castillos y alucinaba ser un emperador y dividía varas para los ciudadanos.

Don Samuel se ausentaba los domingos por la tarde, acudía en busca de leña seca y aves desconcentradas para cazar, es ahí donde yo aprovechaba para tomar sol fría con algo de viento. Eran pocas horas en la que creía ser libre.

La soledad, ya había sentado conmigo y empecé a sentir algo fraterno hacia el. Parco como siempre, recibía los alimentos de don Samuel, las agradecía con sonrisas fingidas y siempre repitiéndole “aun puedo soportar estar aquí”.

Un supuesto verano, hice un castillo demasiado grande, le puse algunos toques de maíz en la puerta. Desde aquel día me sentí un artista, el orgullo me hizo brincar y gritar. Preferí ver una y otra ves aquel monumento en miniatura. Desapareció la penumbra y me sentí solo y olvidado, me eche en la paja meditando sobre lo popular que podría ser.

Cuando don Samuel se susurraba hacia el, __”tengo que vender el granero, las monedas del mes se agotan y no tengo nada más para subastar”__, me perturbe y en seguida solucione con pagar el granero con algunas monedas que las tenia guardada en el banco de la ciudad; pero prometí no retornar a la ciudad, y no tenia otra opción, planee evadir el silo en media noche e ir a migrar a la casa de mi avuela que da al otro lado de la ciudad.

No puedo terminar esta novela debido a que la vela que tenia en el silo de don Samuel se consumió. Quizás el final pudo haber sido, muerte, casamiento, pérdida, decepción, etc.…como todo…