VIOLENCIA TRAE VIOLENCIA
Este escrito fue construido en conjunto con el grupo de la Tercera Edad del Barrio Mirador de Calazans de la ciudad de Medellín, Colombia. Todos sus integrantes son desplazados por la violencia.
Don Facundo se despertó aterrado: había perdido sus historias. En todos los años que habían pasado desde que abandono la finca, donde había perdido: su cama, su radio, sus caballos, su fogón de leña, las calles de su pueblo, la iglesia, el parque, en fin su pedazo de tierra bajo el sol; Don Facundo no se había sentido tan angustiado como aquel día en que se despertó y sintió que había perdido las historias que puntualmente lo visitaban en sus sueños desde hacia ya tantos años.
Don Facundo con los años había adquirido ese valor estoico, ese desprendimiento de santón que caracteriza a los desplazados, que de tanto tumbar y reconstruir sus ranchos se habían dado cuenta de que el único techo seguro que tenemos todos los hombres es el cielo. Esas pequeñas comunidades, pequeñas tribus nómadas que reproducían en una micro escala, la maldición de la humanidad, que como judío errante camina sin hallar la paz ante el horror de la guerra. Esa guerra que se desplaza, se desplaza incluso más rápido que el mismo desplazado que intenta huir de ella.
Estas tribus de espíritu guerrero lo habían soportado todo pero lo que le pasaba a Don Facundo era del orden de lo insoportable, porque si bien todos con la muerte debíamos de empacar la maleta de los buenos recuerdos y partir dejando lo que conocíamos atrás, logramos perdurar en esta tierra por medio de la memoria de las personas con las que cruzamos caminos y las que por un tiempo se convirtieron en buenos compañeros de viaje. De esas personas que aun no han sido blanco de la inevitable muerte, que lanza sus dardos de días en nuestro tablero de ilusiones y que exige como pago por secuestrarnos de la vida, el más vil y precioso de los pagos: la vida misma.
Don Facundo estaba desesperado, lo primero que hizo en su buena lógica citadina recién adquirida, fue prender la radio, luego el televisor, se imagino un caos total, pensó que así como le había sucedido a él la gente de la tierra también había perdido sus historias, pero no vio, ni escucho de ninguna manifestación pública, ni el trafico paralizado, ni la gente llorando, gritando desesperada y sin consuelo en la mitad de la calle. Al parecer en este mundo no es importante que un campesino pierda sus historias, único talismán que lo enlaza a su tierra, único regalo que puede legar a sus nietos; con tal de que pueda llenar su vida con las coloridas historias de la T.V, pero Don Facundo acostumbrado a las historias del abuelo se dio cuenta inmediatamente de que esas coloridas historias que querían remplazar las historias de su abuelo no eran sus historias.
Don Facundo salio de su casa como alma que la lleva el diablo y fue de casa en casa hablando con los chicos y con los grandes del barrio, preguntandoles por sus historias perdidas, que si las habían oído, escuchado en otras bocas, y con la gritería y el alboroto de Don Facundo los viejos del barrio fueron saliendo a la calle como estatuas que despiertan después de un letargo y primero el uno y luego el otro, como si fueran una llovizna anunciando un aguacero, los viejos comenzaron a llorar inconsolablemente. Ese día en el barrio se formo un mar de recuerdos perdidos con sabor saladito de lágrima, como la nostalgia; y de lo más profundo de ese mar Don Facundo pudo rescatar la voz del abuelo y al rescatarla de las aguas turbias del olvido recupero las voces de sus familiares difuntos que desconsolados le preguntaban a Don Facundo el porque él ya no los tomaba de las manos en sus sueños y se dejaba conducir por los bosques que tanto se había recorrido el tío Joaquín en vida, donde alguna vez venció con sus propias manos a un puma.
Después de que Don Facundo pudo escuchar con claridad la voz del tío Joaquín, se dejo sumergir en sus recuerdos naufragados en el olvido y se dejo llevar de la mano de sus antepasados por el olor a hierbas y especias de la cocina de su madre, se dejo llevar por la suave textura de lana gruesa de la ruana de su padre, y se dejo llevar por el sabor de las aguas de panelas calientes que tomaban temprano en la mañana antes de irse a jornalear en los cultivos de café que tenían en la loma alta de la montaña..y se dejo llevar... Y de repente todo estaba allí otra vez, todo estaba como en casa.
Don Facundo así como los otros ancianos se dejaron bañar por esas lágrimas que les traían todos esos olores y sabores del pasado y desde ese día decidieron que nunca más dejarían morir a sus antepasados al olvidarse de ellos, que así la muerte se los hubiera llevado ellos también tendrían vida para recordarlos, y entre todos ellos se reunieron, se escucharon y decidieron regalarnos la mejor de las historias, convencidos de que de ese momento en adelante ellos tenían un saber que querían compartir con el barrio, y ese saber tenia que ver con como aprendieron a construir con paciencia, como sólo ellos lo saben hacer, un relato sobre como habían extraviado en un lugar del camino su maleta de días cargada de historias y de cómo la habían recuperado entre todos de las aguas turbias del olvido, y así en una de esas reuniones que hacían los ancianos xon los “doctores”, entre risas y uno que otro jugüito de mora me transmitieron la mejor de las enseñanzas, la que ahora vengo a compartir con ustedes. Enseñanza que ellos luchan por atraves de su ejemplo dejar a sus hijos y nietos: “ VIOLENCIA TRAE VIOLENCIA”.
(¿Quién es el desplazado quien huye de su propia tierra o quien sale de su propia casa sín necesidad para invadir tierras ajenas?)
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