Se cierra la espiral invertida de tus ojos, y caigo en el abismo oscuro y húmedo de tu olvido. La caída, lenta, me sume en un sueño inquieto, y despierto con el cuerpo dolorido. Camino insegura, confundiendo direcciones, observando lo conocido como nuevo, anhelando la serenidad del turista de su propia vida. Llego a los sitios sin llegar, atrincherándome en cada sillón como soldado sin batallón. Me veo mezclarme en la fiesta desde fuera, en una pantalla de humo, y alguien pone en mis manos remedios temporales que, más tarde, provocan la recaída. Pesadillas en el desvelo, imágenes crueles a cada instante, recuerdos que asaltan la cotidianeidad y la convierten en un duro castigo. Tan sólo deseo un sueño profundo y largo, apacible, sin imágenes, neutro. Tan sólo deseo la vuelta al pasado, a ese momento en que desconocía el amargo placer de tus labios, de tus manos y de tu piel. Tan sólo deseo el olvido, la amnesia...
Otro amanecer, otro sol, que es el mismo, sin ser el mismo que observé ayer. La fugaz idea de sobrevivir a otra noche más esboza una mueca, pretendida sonrisa,que retuerce mi rostro hasta hacerlo feo, desagradable, repulsivo. Me arrastro por el piso buscando ocupación, pero mi cuerpo no soporta el encierro al que se ve sometido por mi mente. La conciencia a punto de estallar, mis nervios y mi paciencia puestos al límite. Techos que caen, paredes que me persiguen, recuerdos que se me escapan y me acosan con voluntad propia. No hay comunicación con el exterior.
En la ducha descubro un cuerpo roto que es el mío, hecho pedazos. Me sumerjo en el agua buscando la confusión de los elementos. Por unos instantes regreso al vientre, a la protección del principio, al alimento del otro, como el parásito deseado. Pero me falta el aire, y esta cobarde que te espera vuelve a la vida, a la realidad, resignada a la existencia, razonando los motivos que una vez me hicieron sonreir.
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