No han inventado palabras, se quedan mancas, tuertas.
Las letritas tímidas se me enrojecen, ruborizadas se esconden, me salen corriendo tras del papel, donde no las leas en voz alta. Se agarran a la pluma y se niegan, pobres conscientes limitas, a describir la grandeza. Después de arengarles, apenas he logrado reunir unas cuantas; más valientes, o más locas e incautas.
Déjame
que siga perdido en tus azules,
de mar y nubes,
Que siga volándote cada noche,
Y despierte acunado en el valle de tus piernas.
Dulcemente extraviado
Seguiré, una vez y otra,
La senda por mis labios marcada
Déjame
Contemplarte plena,
Ansiosa de mi,
por mi llena,
Elevándonos ingrávidos
Unos instantes
Deslizándonos, fieros
Como si fuéramos ola.
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