“En las extrañas Tierras de Macabria no hay carteles que digan al extranjero "Bienvenido al Reino de Macabria", ni mapas de la cuidad que guíen a los turistas desorientados como yo, ni hoteles, ni coches. Sus calles aún son de piedra, pero en perfecto estado, y por ellas transitan hermosas carrozas que los naturales llaman birlotz. La arquitectura de su capital, Cuidad Macabra, es finamente bella con fachadas que abarcan tendencias barrocas, góticas, e incluso rococó, estas últimas son más escasas y las encontré sólo en la Vía Maledetta, pero aún en ellas se revela el buen gusto de los macabreses porque a diferencia del rococó que imperó en nuestras tierras, éste esta magistralmente hecho y uno puede estar horas sin aburrirse fijándose en cada detalle, en cada ornamento, en cada escultura o en cada gárgola, algo que a los macabreses les encanta y llena de orgullo.

No hay hoteles como ya os dije, y eso lo noté al final de mi agotador primer día de conocer la cuidad, creo que no hay por una sencilla razón, la gente normal no va pasar las vacaciones a Macabria, no es un destino muy “turístico” que digamos, así que que no sería un negocio muy rentable por acá. De hecho soy uno de los pocos turistas que hay por la zona, y de no ser por mi cabello oscuro y mi semblante pálido que me ayuda a pasar como un macabrés más, sería visto como un extraño.

Si no fuera por mi poco dominio del idioma, del cual antes me enorgullecía gracias a mi Pequeño Diccionario de Bolsillo Alegrés-Macabrés Macabrés-Alegrés de 2 kilos y medio y tapas de cuero, me sentiría un poco más seguro.

Pero en fin estoy feliz de estar acá y cumplir el sueño de mi vida, que se gestó durante mi niñez cuando en mi casa de Villa Alegre se alojó el ya extinto Rey Macabrés Malévolo XIII en su visita real a nuestra república y en pleno camino hacia nuestra capital Cuidad Feliz, donde suscribió históricos acuerdos bilaterales. Durante su estancia, mi Padre que es un famoso diplomático alegrés logró hacerse amigo de él y hasta cambiar un poco la mentalidad que tenía de los macabreses, pero quizás no lo suficiente para que su hijo años después fuera a visitar Macabria...."