La miré saliendo de su casa y era tal como el sueño de todos mis sueños. La seguí y vi cómo movía su cuerpillo por la acera, sus piecesitos saltando uno por uno. Vestía de rojo, mi color favorito. Usaba unos lentes preciosos, chiquitos que no ocultaban sus ojos azules. Pequeña y un potito rico como una perita. Dios mío, me dije, es la mujer de mis sueños.
La vi subir a un auto y la seguí con el mío. Paró en una tienda y bajó, pude verle sus piernas, eran rosadas como la piel de un bebe... Qué rico, pensé. Ya imaginaba que tocándole las manos y piernas, la cara, su rubio cabello, sus piecesitos de muñeca... todo, todo, todito... Detuve mi auto y corrí hasta entrar al centro comercial. La vi hablando con una señora, luego, con un muchacho, me puse celoso, vaya a enamorarse del tipo y allí sí que me ensartaba. Tuve que pensar en algo antes de que se enamorara del tipo que, en verdad, era bastante simpático. Me acerqué a ambos, y cuando estuve frente a sus preciosos ojos azules, quise hablar pero no me salía una sola palabra. ¿Sí?, dijo ella, pero yo continuaba gesticulando mis labios y tan solo salían mullidos, como si tuviera la lengua congelada, una gris pesadilla de plomo. La vi alzar los hombros, despedirse del chico simpático, retroceder e irse saltando sobre sus dos piesecitos. No, no te asustes, no te vallas de mí, pensé. Pero ya estaba saliendo de la tienda, y apenas estuvo afuera pude volver sentir mi lengua caliente y pude articular una palabra. El tipo simpático me preguntó si me sentía bien, le dije que sí, que no era mas que un pequeño problema de nervios, sobre todo cuando me encuentro frente a la mujer que necesito. Me miró extrañado sin poder entender lo que acababa de decir y cuando iba a continuar hablándome, yo ya había salido corriendo de la tienda.
Llegué hasta mi auto pero no pude verla, había desaparecido. Me sentí muy mal y luego de dar vueltas y vueltas, recordé el lugar en donde la había visto por la primera vez. Fui sin dudar un instante hacia allá. Detuve mi auto a cincuenta metros y, esperé. No pasó más de cinco horas cuando la vi llegar con un extraño. Bajé del auto y fui directo hacia ella. Le dije que por qué llegaba a esta hora y, quién era aquel alto y fornido muchacho. Ambos me miraron de arriba hacia abajo y luego, la mujer mas hermosa que había visto, empezó a gritarme con una loca. El muchacho se puso serio, me cogió del cuello con sus gordotas y callosas manos y no dudó en darme una increíble paliza, mientras ella observaba con placer casi sexual. Ese animal pudo pegarme porque soy bastante pequeño y bastante débil, pero grande en convicciones y fuerte en adicciones. Por suerte mía, el tipo detuvo sus brazos que parecían ser como martillos, y luego de alejarme de ella, hasta cien metros, juró que si volvía a verme rondar por allí, me mataría a golpes. Mátame, le grité. Y allí, este hombrón, se puso pálido, se asustó de mi mirada... Retrocedió y le dijo a sus amigos, que se habían acercado a la desigual pelea, que llamasen a la policía, mientras continuaba pateándome sin piedad… Yo, me reía, gritándole: ¡¡Mas fuerte, más, más, massss!! , hasta que al fin pude perder la conciencia…
Cuando abrí los ojos, estaba sentado en una silla llena de sujetos del mal vivir. Era la comisaría. De pronto, uno de esos malhechores que tenía un tajazo en la cara como si fuera una lombriz empotrada, me dijo el por qué estaba allí. Le dije que me había encontrado con la mujer más horrible del mundo… El tipo de miró y luego se rió como las hienas, sin parar, y no dejó de reír hasta que vinieron los policías y a todos los que estábamos esperando, sentados como leprosos, nos metieron en una jaula con los aromas mas extraños de la tierra.
Cuando entramos, todo aquel lugar estaba repleto de gente durmiendo por todos lados, parecía esas jaulas de gallinas y huevos podridos. Había maricones, negros, de todo… Busqué un espacio y lo encontré, estaba pegado a la puerta de madera, rellena de dibujos obscenos. Me senté, cerré los ojos y dormí, y soñé con la mujer más hermosa que había soñado, justo, justo, justito la mujer que necesito…
San isidro, junio de 2006
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