Pero quiero decírtelo en el silencio de las caricias no entregadas y en el suplició de la piel impaciente. Y aunque la espera me tome en la indecencia de estar alborotado de codicia, me someto al placer de decirte aquello.
No usaré palabras ni gestos, menos toneladas de versos o la burda monotonía de mirarte y pensar que eres la única razón de querer decírtelo. No te lo diré conjugando metáforas o inmiscuyéndome en mi pasión absoluta y obsoleta de tapujos.

No coronaré la noche diciéndote aquello con nuestras caderas enrolladas, ni menos con el enfasis de sentir tu aliento transpirante, ni menos usaré las sábanas para atar tu silueta salvaje e incandecente.

Y aunque quiera decírtelo, no lo haré, porque la mudez y afonía que provocas, evita caer en el despojo de palabras al viento.

Pero a pesar de quererlo, no lo siento, porque tu cuerpo se calla al sentirme en silencio mirándote a mi lado y mi boca se calla al ver que no recibe tus besos.