Corriendo entre caminos
con coches de colores y
llamamientos de fuego,
en medio del baile de la seda
y el vuelo de feretros
hay una niña llorando sobre
los brazos de los invisible
y calma el diluvio melancólico
sobre el decir de una palabra,
mascando a cada instante el olvido
con sabor a recuerdo.

Nadie sabe por qué llora
y nadie le pregunta,
no quieren arriesgarse a ahogar
el pueblo en el llanto de la infanta.

Una voz cautelosa lanza la flecha
de la cuestión,
todos los ojos tratan de comerlo
pero al tiempo saben que no tienendientes,
la niña melancólica levanta la cabeza
y escupe sangre sobre todos los presentes.

Esa es la razón.
A nadie le importa los problemas de un corazón destrozado.
Tan explotado que arrazó las palabras,
y apenas dejó sangre como su llanto
y charcos rojos como frases.