Es la noche, y las figuras que esconde, en que hace tan sólo un momento vivieron de tu mano las ideas, y a quien sabes ya la caida no ha doler tanto, no pude brindar mi mano, y es esta mi disculpa, cuando vienen a mí los recuerdos, de lo que a la distancia miraba.
Hace ya un breve momento, estuve a tu sonrisa, alcance mortal de un chispazo, cerca, lo suficiente como para ver tu cuerpo, adolorido, lacerado, que poco a poco se hacía más y más estrecho, más humano, más pequeño y el dolor se marchaba, a cuentagotas.
No hubo fuego, pero la llama encendió la hoguera, esa hoguera de las apariencias de lo que pasar no pueda, o el decoro deba mantener en mental secreto, cómplice de un roce de manos, de una sonrisa cualquiera, que nos delate un poco sólo ante nuestros ojos.
Se nota en las miradas cómplices y delatoras, que hay un brillo particular que marque tu sonrisa, que te recorra toda cuando le vengas de a poco pensando, sin que pretenda que te enamores, que digas las cosas que pasen por tu mente cuando le veas, y sepas te sabe vulnerada, descubierta, enamorada.
Vaya momento y giro que tomen las cosas, cuando solo hace un momento he notado cómo te miraba, y es que en sus ojos esquivos se hallaba en el disimulo, la confrontación postergada, la emoción contenida, las apariencias mejor guardadas.
Esas que te lleven a dar el primer paso que desemboque en un primer beso que de saque de las dudas de cómo besaba, de cómo se sentirían sobre tu piel sus manos, del cómo tocaría tus senos o tu cadera, y que te quedas pensando en si le verás, de nuevo un día, o si acaso ese día llegue por la mañana, porque al despedirte ya le extrañas un poco. |