Pacificación.
El viento sacudió el follaje de los fresnos que rodeaban la fuente. El ocaso daba suaves pinceladas al cielo tornándolo rojizo y arrastrando negras nubes que anunciaban la serena noche.
Tras altos muros envueltos en muérdago y raíces secas estaba el pequeño patio sombrío con figuras de piedra y oro.
El borde de la fuente, recubierta por el blanco mármol y en el fondo musgoso, donde se encuentran dormidos los secretos, sabiamente protegidos.
Los blancos y descalzos pies de Nalkryna rozaban la fresca hierba que bordeaba la fuente y sus largos brazos extendidos hacia el interior alcanzaban acariciar el canto del chorro tornasolado que besaba sus dedos.
Con la mirada fija, sus negros ojos profundos como la noche observaban mas allá de lo que muy pocos podrían ver.
Había nacido en una familia de grandes maestros de la magia y si bien poseía todos los dones, nunca existió algun motivo para que desplegase sus artes.
Se sentía tan plena con el fluido intercambio de cantos y arrullos que le proferían su entorno que hubiera ofendido a la perfecta sabiduría de haber interferido en esa corriente.
Aquella noche sus cabellos caían dentro del manantial formando círculos luminosos y en su recostado rostro de facciones increíblemente frescas y salvajes se presentía la intranquilidad de quien espera un suceso único y aislado que la arrastraría hacia algun confín más lejano que este ocaso le estaba señalando.
Intranquila se puso de pie y su pequeña figura vestida con su negra túnica salpicada de minúsculos azabaches cristales, brillaba en la fria noche cerrada por la sombra de los arboles.
-Debes prevenirme y guiarme-le dijo en un tibio susurro al incansable chorro.
-Los vientos no son propicios, duras tormentas y terribles momentos acechan intentando robar tu armonia.-contestó seriamente la otrora risueña cascada.
El profundo suspiro de aflicción que acobijo su pecho, hizo que los dormidos párpados de las figuras somnolientas descargasen transparentes lagrimas lustrando parte del musgo pegado de las piedras y logrando reflejar el oro de sus olvidados rostros.
Quién desearía perturbar aquella mansedumbre de dichosos días?
Nunca había solicitado ni anhelado mas de lo que sus dioses le habían deparado. Sintiéndose inmensamente afortunada por que en su sangre corría concentrada la ancestral victoria. No estaba
completamente segura si alguna acción de sus antepasados estaba siendo la causa por la cual se estaba formando esta grieta ya percibida con dolor, que rasgaba filosamente la infranqueable barrera invisible de la armonia. La más valiosa herencia que fuera obtenida tras dos siglos de comportamientos ejemplares cubriendo de honor a la única familia distinguida por ese don en todo el extenso universo.
-Nadie ha revelado aun el misterio que rompe el sortilegio de la eterna armonia-anunció una de las figuras en el jardín de los secretos.
-Y la profecía dice "... que una vez penetrada la maldad en el centro del mundo poco podrá resistir la magia de los tiempos pues al debilitarse la armonia las fuerzas de los demonios reinaran tranquilas..."-no meditó más.
Mientras la inmensa oscuridad cubría todas las sombras agasajando al tiempo, Nalkryna con calma separaba el cuerpo de la mente decidida a vagar libremente hasta la Garganta de la Creación.
Presintiendo que allí estaba la naturaleza de todas las cosas. Elevando su mirada marco el recorrido hasta la amarilla estrella lejana.
Y voló atravesando infinidad de cielos a veces estrellados, otras en total oscuridad, despuntando rayos, esquivando furtivos cometas que no iban a ningún lado pero sobre todo alertándose de no ser devorada por ningún tentáculo succionador.
En el camino sintió la rigidez del frio y se protegió con un suave manto nocturno solar. La luna que marcaba el tiempo y la distancia le reflejaba que estaba muy próxima de llegar a destino.
La luz le quitaba la vision a medida que penetraba por el cinturón de acceso al mundo de la Garganta de la Creación y de pronto todo se torno tempestivamente incandescente. -Akme-he!-dijo con su agotada y dulce voz. Aquellas mágicas palabras obraron rápidamente abriéndole las puertas del Gran Palacio.
Uniendo la mente a su cuerpo se acerco al trono lentamente y sin poder ver, una grave voz la recibió.
-Qué haz venido a buscar encantadora Nalkryna?
Y no logró terminar su reverencial saludo al Dios del Origen, pues El, con increíble ternura sopló y el aliento a mares salados y frutos del bosque la invadieron en lo mas profundo de su alma.
-Gran Maestro de lo Eterno, necesito que me marques el camino, debo destruir la maldad ant... -y antes de terminar su pedido, un sonido mántico a cuerdas tapó su voz, sumiéndola en un profundo sueño revelador...
-Haz lo sea necesario. Y no Mas!, tu alma jamas enfermara por mas que se extinga por completo la armonia y reine la más terrible de las maldades. Tu esencia es la inocencia, madre de todos los dones.
Cesó la musica de las cuerdas y un sonido cristalino y familiar le hablaba de preciosas verdades en tanto sus dedos acariciaban las gotas como perlas que bañaban sus manos, agradeciéndole a la fuente por proteger los secretos que muy pocos pueden disfrutar si no logran un pacifico retorno.
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