Suena, a lo lejos un piano roto en forma de corazón y un solo de chello me deja un amargo sabor de boca, mientras las lágrimas más agudas y ácidas salen de su cuerpo de madera y laca negra, pero antes de caer al piso se han evaporado con el fuerte y gélido viento, o acaso se conviertan en cristales rotos...
Nunca pudo ser más imposible que una mujer me amare, porque ahora los violines tocan una nueva despedida, y las flautas mantienen a flote esta sinfonía, disonante en el tiempo y la armonia que no me acompañarán hacia donde me marche, después de este crudo verano tanto como invierno.
Las mariposas se han escondido, y las nacientes se alimentan dentro de sus capullos, esperan la alborada de un nuevo día que dé tonos más azules, o más rosas, pero no tan tristes ni tenues como lo hacen ahora los atardeceres en violeta, las noches más negras del mundo, los más tristes vientos solitarios que rondan por estos lugares.
Lágrimas de piano siguen sonando de fondo mientras caen lenta pero lastimosamente sobre tu cuerpo tendido, congelado, esquivo que se deteriora a cada instante que no lo tenga a mi lado, para darnos esa vida de tanto anhelo, y tanta añoranza que me provoque el pensarte, y el saberte tan lejana y fría, que si no fuera porque te veo a los ojos juraría que estas muerta. |