He encendido un fósforo o cerilla y mientras éste se consume como diminuta alma en el infierno, pienso en los pecados que pudo haber cometido este minúsculo trozo de madera. Madera astillada, último bastión de su existencia que ahora arde somnoliento, consciente de su precariedad. Alguna vez fue parte de un generoso árbol que fue derribado por trabajadores que no meditaron en el daño que se le hace a la ecología, hombres que para ganarse el pan, destruyen la naturaleza, la coartan y la dejan sollozando en sus propias ruinas. El fósforo o cerilla arde irremisible y pronto será un trozo carbonizado. ¡Cuantas palabras caben en tan ínfima inmolación! ¿Cuántas cabrán entonces mientras se tala un bosque o se consumen centenares de árboles a causa de la irresponsabilidad del ser humano? El fósforo, o cerilla continúa incendiándose y pienso que me sobrarían palabras antes que la llama toque mi piel y ésta la rehuya no sin cejar en pedir justicia para la ecología y...

“Voraz incendio destruyó una vivienda. Se presume que su único morador se quedó dormido, con una vela encendida. La víctima se recupera milagrosamente de sus quemaduras”…