A la hora de morir
El ya esta en sus últimos días, la verdad me estoy acercando mas a el que en toda mi vida, mi padre, nunca lo comprendí ni el a mi, pero en estas circunstancias nos hemos perdonado los errores.
En estas semanas, que lleva combatiendo entre la vida y la muerte, le he dicho mis confesiones mas profundas, por una parte para acompañarlo y por otra por que me siento culpable de haberlo dejado solo por tantos años.
En su lecho fúnebre, con una cara manchada por la vejez y la ultima gota de vida escapando por su ya casi inerte cuerpo, siento no haberlo comprendido, ni el a mi, siento no haber compartido tantos momentos que pudimos haber creado y que ya no hay tiempo de hacer.
Cuando ya casi no sentía la vida en el, con una lagrima en los ojos, con una pena que me consumía el alma y la muerte acechando en el pasillo, lo abrase, y como si el mundo se fuese a acabar le dije –Te quiero!! Perdóname!! Un silencio interminable, me miro y me apretó la mano como absolviéndome de toda culpa. De repente sus dedos soltaron los míos y cerro sus ojos con una gran tranquilidad.
Lo mire, lo mire como nunca antes lo pude haber visto, y de repente me sentí solo,
Y se atravesaron por mi cabeza mil recuerdos de nuestra familia, de los veranos en la playa o de los paseos de fin de semana.
Sentí como estos recuerdos morían con el y como algún día llegaría a su estado, y temo que eso pase. Lo vi. por ultima vez y me tire a su regazo, comencé a llorar y abrase su cadáver que ya presentía su carencia de vida. Pero al final sentí la tranquilidad que me dio con ese apretón y que al fin y al cabo todos cometemos errores, pero no saben todo lo que desearía haber remediado esto.
No saben cuanto….
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