Desperté y mi sábana ya no me acompañaba: desordenada, como mi sueño, prefirió dormir tranquila en el piso. Luego, frente al computador, la trastoco en reposapiés . Hoy por la mañana, como alguna que otra mañana que recuerdo, desperté con la sensación de paz neurótica que, a la larga, y bajo cierto prisma de conciencia, es más una tortura que un alivio. A mi lado se pudre el cadáver de una manzana. Un proceso químico que en la especie humana dura décadas (el desgaste fisiológico por oxidación), en mi desayuno... bueno, en los despojos de él, se da en una o dos horas. Siempre dejo ese como bulbo de corazón, el centro vital de la manzana, el lugar donde, como sorpresa, como engaño, como triquiñuela evolutiva, están escondidas las semillas del fruto. Pero estoy condenado: el arma homicida está junto al cadáver... y te aseguro que tiene mis huellas. Hoy despierto, como otras mañanas a lo largo de mi vida, con la sensación de día raro, de que algo no calza... como si despertar... como si el hecho físico de ocupar universo no fuera el mismo que otros días: es sensación como de maravilla, como de espanto y asombro, como si algo estuviese ocurriendo, como si las coincidencias por fin se estuvieran entrelazando para llegar al punto de ese milagro que, al final, todos esperamos. A las 7:37 de la mañana, miro por la ventana, y, sorpresa, en pleno otoño, ¡hace calor! Si, la situación es límite... también hay vientos, brisa tibia. Hace dos días calló agua desde el cielo. Y yo a estas alturas sólo puedo decir que no entiendo nada. Pero nada de nada, empezando por este asunto del calor y terminando, muy a mi pesar, con mi tesis para ser licenciado en filosofía. Soy oportunista, no por técnica, sino por omisión: dejo lo que hago, espero lo que llega. En ese sentido, supongo que soy de lo peor.
Hoy mi alma descansa: sin grandes movimientos, sin imágenes profundas... simplemente, está en silencio... pero vuelve, a ratos, como pulso, la intranquilidad de lo falso, de lo que es patología, no avance. Hoy no es poesía, hoy es descripción. No sé por que diablos pienso la palabra mandrágora. Creo que me gusta, o me suena a misticismo, no lo sé... pero se repita en mi cabeza, “mandrágora... mandrágora”. El origen de la mandrágora, o los llantos de la mandrágora... la mandrágora encadenada. Ojos de mandrágora. Hay rayos de sol que se cuelan por mi ventana. Que frase mas común, ¿verdad? Bien, hora de hacer mi cama, y dejar el equipo libre para que mi madre lo ocupe. Aunque, quizá, me quede algo de tiempo, o quizá ese sea mi error, suponer siempre que me queda algo de tiempo, cuando la verdad es que, simplemente, no soy capaz de decir la verdad. De mi boca no salen verdades, solo son estados, tormentas, sombras imperfectas, armas descomunales... pero de verdad, poco es lo que hay. El cadáver se sigue pudriendo, siempre a mi costado... nunca he podido dejar de mirarle.
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