Los monstruos se hacen cada vez más reales, están tomando formas inimaginables para una mente humana sana. Los que antes eran solamente sombras ahora se han transfigurado en masas recubiertas por un exoesqueleto, simulando insectos, pero jamás parecidos a ellos, porque desde las articulaciones cuelgan gelatinosos restos desde el interior inmundo de estos seres.
¿Cuándo comencé a verlos? Difícil es responderles, queridos amigos. Mi reclusión sólo los hizo más vívidos, no aplacó su furia homicida, no mitigó su sed de venganza. Querían acabar con el opresor, el maldito bastardo que los llamó imaginarios, o frutos de una mente delirante, el enemigo que nunca me creyó que eran reales y razón por la cual me encerró. Si, queridos amigos, yo nunca he matado a nadie, jamás he levantado mi mano con arma alguna para hacer daño a otro ser humano. Tal vez he maltratado a animales y plantas, pero no soy una asesina.
Es difícil que me crean. La evidencia dice lo contrario. Mis huellas estaban por toda la escena del crimen, pero ¡juro que yo no hice nada! Simplemente llamé al perro carcelero y le dije que necesitaba hablar con él, porque ellos me lo pidieron, en realidad me obligaron, me estaban aplastando la cabeza con sus tenazas y no aguantaba el dolor. Cuando lo llamé yo estaba llorando de dolor y angustia, me tenían horrorizada, sus figuras eran espantosas, y el hedor que expelían, insufrible.
Llegué a su casa y me recibió cordialmente, me ofreció una taza de té y la acepté, luego me senté en un sillón de respaldo alto, tapizado de terciopelo rojo, como si fuera una señal de lo que ocurriría aquella noche. Mientras conversábamos comenzaron a salir de mi cabeza los seres, el doctor se horrorizó al ver las imágenes tal y como yo las había descrito en las largas sesiones que tuvimos juntos. En ese momento una hice una mueca sarcástica, y seguí sorbiendo mi té, mientras los monstruos despedazaban al “pobre” doctor.
Ahora los comprendo, su forma ha ido cambiando con el tiempo que llevo encerrada, son más limpios, ya tienen olor a flores, son mis amigos, pero ay de aquellos que me maltratan, nunca más se sabe de ellos.
Adiós, si vienen a visitarme sean amables, no me hago responsable de los actos de mis demonios. Los van a atacar en sus pesadillas, eso es lo único que les enseñé, es lo menos que podía hacer por la dulce venganza.....
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