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Entre las pocas cosas que me molestaban de ella, estaba su sapo. Llegó a desagradarme tanto, que en ocasiones olvidé que alguna vez fue mío. Me incomodaba mirarlo, pero no podía quitarle la vista de encima. Suena idiota, pero sentía que me estaba observando. Ahora, con toda razón, me molestan cosas menos banales; el abismo infinito que nos separa, la cercanía engorrosa que la vuelve intangible, la muerte repentina que la apartó para siempre de mi lado; y la putrefacción impía que arrasó con la carne y soslayó al amor.

Me costó aceptar la noticia. No creo haber sido el primero en enterarme. La muerte es larga de asumir, y aún más difícil cuando golpea tan cerca, pero por fortuna alcanza a durar lo necesario. Cuando estuve convencido, no quise seguir en ese lugar. Arranqué del funeral y partí a su casa como de costumbre. Sabía que no la encontraría allí, pero una cosa es saber y otra muy distinta es amar.

El sapo nunca me gustó. Ni siquiera cuando lo compré. Estaba en una feria artesanal entre otros adornos, bufandas e inciensos varios. Era una figurita de madera, seis piezas en total. De los costados le salían 4 patas pendientes de resortes, que se movían con las vibraciones mínimas del mesón. Sobre la pieza del dorso dos ojos amarillos, que aunque a priori parecían dibujados, al mirarlos con detenimiento evidenciaban la pericia del artesano, quien los había tallado en la madera. Lo compré no por gusto, sino por comodidad. Una cajita parcamente adornada se convirtió en el continente del primer regalo que le haría.

Vagué por las calles recordándonos día por día. El sapo hizo bien su trabajo, pero no lo concluyó como esperaba. La parranda duró más de lo presupuestado, el alcohol nos motivaba. Mi regalo le hizo brillar sus ojos de nuez de una manera tan hermosa, que quise buscar al artesano que así los había pulido. Nos quedamos conversando en su cama hasta tarde, en realidad hasta temprano. Me acomodé entre las sábanas y la quedé mirando como quien espera algo. Entonces dejó el sapo sobre el velador y las patas le temblaron tanto como mis piernas. Un beso de buenas noches y partió a dormir con la hermana. Me quedé mirando al sapo con resignación, y caí en cuenta de que además del par de ojos amarillos, el artesano le había entregado una enorme sonrisa burlona.

Recorrí en mi mente, era lo que me quedaba, cada día de los 2 años que estuvimos juntos. Volví atrás varias veces hasta esa primera noche. Encontré ahí, y no después, el comienzo de mi aversión al batracio de madera. Su perenne oscilar de patas me siguió hasta el final de mis días, e incluso hoy no ha cesado. Siempre supe que me observaba. Me parecía que incluso sentía celos de mí. Ese sapo deseaba matarme, pero no podía más que agitar perpetuamente sus patas. Varias veces pensé en cuán diferente hubiera sido todo con un regalo distinto. Sinceramente, esa primera noche lo pensé demasiado.

Seguí volando, huyendo de mi funeral hasta algún sitio conocido. Crucé la ciudad etéreamente y realicé el mismo recorrido que venía haciendo hace tanto. La plaza en forma de ocho, el poste número tres, el pasaje angosto; y el fondo de saco al final del camino. Entré a la casa y decidí esperarla en su pieza. Busqué cuerpo conocido y descansé allí mirando la ventana llenarse de atardeceres.

No pasó demasiado tiempo hasta ver repetida mi historia. La frustración en el rostro de mi reemplazante me recordó a mí mismo años atrás. Quise llorar, mas no pude aplacar mi sonrisa. Le tomó menos tiempo que a mí dejar a la hermana durmiendo sola. Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, ella me levantó y miró sin llorar. Me puso en el cajón del velador, quizás simbólicamente, y lo cerró. Desde el féretro no recuerdo tanta oscuridad. Luego vinieron los besos y crujidos ya conocidos. No pude evitar que aquellas melodías familiares evocaran recuerdos tan inefables como mi sonrisa burlona. Esa noche mis patas se agitaron impetuosamente.

Texto agregado el 22-06-2006, y leído por 132 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-07-2006 Me has sorprendido, muy bien escrito y con muy buen final. Felicitaciones doctora
22-06-2006 Pero que muy bien escrito. Me ha gustado. 5* eneas
22-06-2006 De lo mejor que he leído en mucho tiempo. Felicidades y 5 estrellas. jau
 
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