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De no ser por el despertador, probablemente habría muerto allí. Cuando sonó la campanilla, me encontraba corriendo por una calle hacia el centro de conferencias. Mientras más corría, más lejos parecía estar. Todos los taxis volaban espantados apenas me acercaba a ellos, dejando el aire cargado de aleteos y caspas de palomas. La torre del centro de conferencias era altísima. Aun a esa distancia no se conseguía ver el último piso. Allí estaría Dios esperándome, aguardando precisamente para señalarme “Soy José Esteban de León, experto mundial en...” ... De verdad quería llegar, pero no podía. Mi cuñada me tiraba de un brazo, mientras mi padre me reprochaba por no haber sido simplemente abogado. Bajo la sombra de la enorme aguja caí cinco veces y cuatro me levanté. Estuve a punto de ser aplastado por la turba de científicos que esperaban mi conferencia, pero entonces el despertador me rescató oportunamente de la inminente tragedia y me instaló de súbito en mi cómoda habitación de hotel.

Por suerte en la realidad el tiempo corre mucho más lento que en mis sueños. Tenía 3 holgadas horas para llegar. Alcanzaría a desayunar relajado y luego dirigirme al centro de conferencias, un edificio chato que quedaba a cinco cuadras de allí. Mientras me bañaba, no podía dejar de pensar en lo importante que sería este evento para mi carrera y el futuro de la humanidad. De seguro mi viaje desde tan lejos había causado mucha expectación. Estaba convencido que se llenaría de científicos de todo el mundo, los mejores en esta materia, todos y cada uno dispuestos a escucharme, y ansiosos por destruirme media hora más tarde. Desde hace 2 años que venía atormentándolos con mis descubrimientos. Mi teoría era demasiado revolucionaria para ser aceptada con facilidad. Obviamente no obtendría más que burlas hasta el día de mi muerte. Y claro, había mucha gente dispuesta a reducir el plazo para mi reconocimiento. Hoy era el día que todos esperábamos. Ante el mundo dejaría en evidencia la veracidad de lo que venía publicando hace tanto tiempo. También estaría, por primera vez, enfrentado en persona frente a todos mis detractores, parado en el medio del campo enemigo y gritando mi arenga. Pero había algo que me asustó aún más en ese justo momento: La toalla se había quedado sobre la mesita en la pieza.

Decidí relajarme con una buena afeitada a la antigua. Primorosamente llené de espuma mi cara y comencé a pasar la navaja con más dedicación que el mismo día en que me casé. Cuando sentí que todo era perfecto, abrí la llave del agua, traté pero no se abrió. Graciosamente mi mano se resbalaba en la elegante manilla, embetunándola en espuma de afeitar y trazas de desesperación. Por la ventana se colaba ruido de taxis y palomas, entonces decidí salir del baño, pero tampoco pude. Giró mi brazo, le siguió el antebrazo, muñeca y mano, pero el pomo dorado de la puerta no se movió. Pasaron minutos, tal vez horas, ya había perdido la cuenta, y estaba ahí encerrado en el baño de un hotel como turista enfermo por la comida local. Pensé en llamar por ayuda, pero no podía permitir que el famoso personaje que cambiaría el mundo horas más tarde, fuera vergonzosamente descubierto desnudo en el baño de un hotel, con las manos llenas de espuma de afeitar. Necesitaba hacer algo por mí mismo. Tomé la navaja y traté de abrir la puerta. Esfuerzo vano, a lo más conseguí aplicar el cerrojo; ya nadie podría abrir por fuera. Miré por la ventana y vi la enorme aguja donde todo el mundo me esperaba. Debería estar yo en el último piso, el que se perdía entre las nubes, no encerrado aquí sin poder siquiera justificar mi atraso.

Cuando el sol se empezó a poner, vi de rodillas y llorando la gigantesca torre iluminándose en el horizonte. Mi momento para cambiar el mundo ya había pasado. Pensé en haber sido abogado, pero me quedé con la tranquilidad de que al menos ocuparía un lugar en las noticias. De seguro alguien me encontrará mañana cuando comiencen a extrañarme. No sé si repararán más en la espuma, o en el charco de sangre que ya se cuela bajo la puerta para teñir la alfombra.

Texto agregado el 22-06-2006, y leído por 130 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-06-2006 Me quedo con las ganas de saber qué era eso que iba a cambiar el mundo... Muy bueno tu cuento. Se siente la tensión en cada frase. Van 5! jau
 
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