Hoy desperté sobresaltada, nerviosa e indispuesta… sí, soñé contigo. Te tuve cerca en mis sueños, ambos labios se fundieron en un solo abismo y te sentí correr por mis venas, galopando entre mis confusiones. Quise perderme en miles de partículas y desaparecer cual pompa de jabón.
Instantes después hice un resumen de mi día anterior, buscando explicaciones a tal sueño, a tal tortura de sensaciones que volvía a introducirte en mi mente después de algún tiempo (de donde nunca llegaste a desaparecer, si suavizarte). Fue ayer, al atardecer, volvía corriendo del trabajo, ni siquiera había comido. Eran aproximadamente las seis de la tarde y hacía un calor espantoso. Me dirigía en el metro, camino a la terminal de autobuses.
Y no parabas de rondar por mi mente, no pude evitar pensarte una y otra vez, no quería reconocer que me moría de ganas de chocarme contigo, de frente y en mitad de aquellas monstruosas torres de fondo, de tanta multitud. Dejé a un lado el miedo del tiempo, el temor del distanciamiento… tan sólo pensaba en mirarte a los ojos, esos dulces puñales que robaron tantas noches de sueño y palabras.
Miré en todas las direcciones, busqué tu sonrisa entre la multitud, aquella picardía suspicaz. Incluso caminé firme, segura de que allí te encontraría, que no era algo casual el tener que haberme desplazado allí por asuntos urgentes, sino que todo podía tener un significado, más allá de lo obvio y razonable.
Esperé y esperé… hasta que llegó mi autobús. Una sensación de hormiguero trepaba por mi estómago y mis pies querían detenerse, esperarte allí plantada, olvidándome del reloj. Pero me esperaban en el hospital, y despacio fui subiendo las escaleras. Arrancó despacio, y seguí buscándote.
Quise arrancarte de mi mente, de mis recuerdos; pero quería encontrarte, de frente, de golpe, sin “peros”…
Y aún me sigo sorprendiendo de soñarte, aún me niego a mi misma que te extraño, aún me cierro en rotundo a reconocer que sea lo que fuese que fue aquello caló en mí dejando huella. Aún me entran ganas de salir corriendo a buscarte, donde quiera que estés, más allá de los sueños.
Pero ya ha amanecido, mejor será darme una ducha refrescante, tomar un buen café y salir corriendo a la rutina; donde ya no me estremeces, donde ya no estás ni existes, donde todo es diferente. Realidad donde no estás.
|